Se dice que un 17 de octubre de 1953, las mujeres mexicanas adquirimos la plenitud de derechos civiles y políticos conforme a las reformas de los artículos 34 y 35 constitucionales, especialmente lo referente al sufragio. Pero lo que puede parecer una fecha conmemorativa, en la práctica se trata más bien de un claro espejismo de equidad que nos repercute también a las mujeres consumidoras.
En las actuales luchas feministas se evidencian las formas en las que las instituciones patriarcales invisibilizan las realidades y necesidades de las mujeres donde nos encontramos también las consumidoras de sustancias psicoactivas.
Si bien el peso de la estigmatización de las personas usuarias sin distinción de género o sexo es mayúsculo, son las mujeres quienes viven no sólo el prejuicio de la prohibición sino del mandato patriarcal que nos invisibiliza incluso en los espacios de consumo.
¿Cuántas veces hemos escuchado las clásicas respuestas misóginas “ella se lo buscó por estar borracha”, “estaba drogada” o “estaba de fiesta” para justificar las violencias hacia nosotras? Justificaciones no sólo provenientes de las instituciones de “justicia” en México sino de la propia sociedad que culpa a la mujer de salirse del esquema del “deber ser”.
“El que yo decida qué hacer con mi cuerpo no les da derecho a violentarme y aún así me juzgaron más a mí por estar alcoholizada que al violador por violarme”, comentó Regina, una mujer consumidora de diferentes sustancias entrevistada por La Dosis y quien por seguridad prefirió mantenerse en el anonimato.
En otras circunstancias, basta con recordar los casos de mujeres reportadas como desaparecidas por sus familiares, las cuales llegan por sus propios medios a casa porque estaban en una fiesta o en un bar; el “no estaba desaparecida… andaba de parranda” de los medios de comunicación y de los cientos de usuarios en Twitter que los secundaban, sentenciaba: las preferimos muertas que divirtiéndose, pues claro, ¿qué hacía una mujer tan tarde fuera de su casa? ¿Qué hacía consumiendo alcohol u otras sustancias? “Por eso les pasa lo que les pasa”.
Y las instituciones -principalmente aquellas encagardas en la impartición de 'justicia'- que pregonan al 17 de octubre como el día en que se nos otorgó la plenitud de derechos políticos y civiles,vasumiendo equidad, son las primeras en minimizar un feminicidio por ser usuaria de alguna sustancia pero al mismo tiempo justificar al violentador diciendo: “no estaba en sus cinco sentidos”.
“La sensación de sentirme insegura cuando estoy consumiendo con puros hombres aumenta cuando también lo hacen los efectos, y es que toda la información machista y estigmatizante sobre las mujeres que son asesinadas y revictimizadas, al tacharlas de ‘adictas’ aumenta todavía más nuestro miedo, no porque me preocupe el prejuicio en mi vida, pero, si algún día soy yo, sólo por tener preferencias de consumo, ¿no merezco justicia?”, continuó Regina.
Las mujeres consumidoras, no sólo vivimos las violencias sociales, institucionales y mediáticas, sino también dentro de los lugares de consumo, frecuentemente masculinizados, “donde nuestras opiniones han merecido menos crédito y nuestras reivindicaciones menos prioridad”, así lo escribió Gemma Altell para el blog “Drogas y Género”.
“Siempre, no hay día que no me sienta en riesgo cuando voy a conectar. O que un wey se quiera pasar conmigo acosándome, que invaliden mi consumo sólo porque son los hombres quienes acostumbran hacerlo o que de plano quieran violentarme de formas más radicales creyendo que estar bajo esos efectos les da derecho de usar mi cuerpo”, indicó Grecia, una mujer cannábica.
Lo mencionado por la también estudiante y activista por los derechos humanos, trae a la mesa el cómo se ha legitimado la violación en los grupos masculinos a partir del consumo de sustancias. El caso de aquel youtuber mexicano, quien subió una foto de un mezcal llamada “Tus Nalguitas Serán Mías” en cuyo fondo colocó a una mujer de espaldas es un ejemplo evidente.
La cultura y apología de la violación, es la aceptación de las relaciones sexuales sin consentimiento de alguna de las personas implicadas, generalmente producto de violencia o amenzas, a partir de acontecimientos normalizados en la vida cotidiana generando, al mismo tiempo, un invitación a reproducirla.
El hecho mismo de que hombres como el ya mencionado youtuber consideren normal y hasta gracioso que puedan abusar sexualmente de una mujer cuando está ebria, habla de la interiorización de este tipo de cultura dentro de la sociedad mexicana. Y aunque lo anterior sucede con mayor recurrencia con el alcohol, no es la única sustancia en la que el consumo legitima y valida la violación.
A partir de lo anterior, cabe reflexionar sobre el papel y la lucha en primera línea que jugamos las mujeres usuarias, pues a partir de nuestras experiencias y reflexiones, podemos aportar al discurso de las libertades y derechos de la comunidad psicoactiva y de las mujeres en general.
Razón por la que es más que necesario llevar las demandas y necesidades de las mujeres usuarias a las agendas feministas al mismo tiempo que traer los feminismos y sus puntos de convergencia a los círculos de consumo. Crear redes de y para mujeres donde podamos sentirnos seguras de consumir sin miedo a ser violentadas o sexualizadas.
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Todo lo que toca el feminismo, lo politiza, y nosotras estamos politizando el ser psicoactivas, porque además de nuestro derecho al placer circunscrito a decidir sobre nuestro propio cuerpo y mente, tenemos una deuda pendiente con las mujeres que han sido golpeadas por el prejuicio prohibicionista: las secuestradas en los “centros de rehabilitación” que día a día sufren vejaciones a sus derechos humanos y las víctimas de feminicidio a las que incansablemente repitieron “ella se lo buscó”. Por ellas y por nosotras seguimos visibilizando que las mujeres consumidoras existimos y esos derechos que nos faltan ganar, no nos lo otorgarán las instituciones, nosotras los ganaremos en la batalla.
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