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Pensar en clasificar las drogas es una tarea ardua. Para empezar, hay mucho sobre las sustancias y su interacción con nuestro organismo que aún desconocemos. Por otro lado, los límites a veces no son claros entre los varios tipos de compuestos. Sin embargo, algo es claro y necesario: terminar con las viejas e inservibles categorías como “drogas duras y drogas blandas” o “naturales y sintéticos”.

Sin duda alguna es necesario una discusión profunda para encontrar mejores términos, ¿por dónde empezar?

Reconocer el estigma

Para empezar, hay que reconocer el estigma en el momento de describir a una sustancia “dura” o “blanda”. Lejos de describir una relación entre el cuerpo humano y la sustancia, estos conceptos se basan en la preconcepción de que ciertas sustancias son tan peligrosas que ‘ni hay que tocarlas’ y otras que incluso se llegan a pensar como ‘inocuas’.

Así lo comentó en entrevista a La Dosis, Eros Quintero biólogo y quien ha trabajado en Neurofisiologia clínica. También es integrante de Mindsurf, Vía Synapsis y Sociedad Mexicana de la Psilocibina..

“En el camino hacia la des-estigmatización y regulación esas ideas hacen mucho daño. Son las que continúan usando los legisladores y tomadores de decisiones políticos para detener los movimientos. Y no hay un diálogo o discusión sobre eso, ya no escuchan siquiera que influyen las dosificaciones.

“Y sobre las "drogas duras" el centrarse solamente en los consumos problemáticos cuando hay gente que las usa de manera responsable". 

Eros señaló que esto implica dos riesgos para los usuarios:

  1. Creer que hay sustancias inocuas: El riesgo es creer que no pasa nada.

  2. El riesgo de no considerar que hay mecanismos dentro de todas las sustancias para que sean más seguras.

Eros enfatizó en que con las llamadas "drogas duras" es un error no hay que tocarlas porque la gente puede acabar muy mal. 

Así mismo “esta confusión entre las personas” añadió “puede llevar a que se excedan, por ejemplo con los comestibles de cannabis, por considerar que no es dañino o no informarse en cuanto a las dosificaciones”.

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Por ello, apuntó a que es necesario re-pensar esto y tal vez “en eso los usuarios y no-usuarios podrían darse una perspectiva distinta y eliminar la visión pre-estigmatizada. Porque hay usuarios que también estigmatizan a usuarios de otras sustancias u otras personas. Eso se elimina con información y con el paradigma del uso de sustancias. Como la Reducción de Riesgos y Daños”. Básicamente se señala que es posible llevar un uso de manera segura y responsable de absolutamente todas las sustancias. “Si nos centramos en el uso problemático es otra perspectiva, es complejo. el "uso problemático" en muchas personas no existe, entonces no podemos determinar que es la sustancia la que genera estos problemas”.

“Pero para llegar ahí se requiere información que no tenemos al alcance” señala sobre el acceso del público en general a información confiable, recurrente y clara sobre el uso de sustancias.

Natural vs Sintético

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Otra forma de clasificar las sustancias, y que conlleva ciertos prejuicios, es la de: natural y sintético. Claro, es importante saber de dónde proviene la sustancia, pero no por ser “natural” quiere decir que sea mejor o menos dañina. 

Por el contrario, hay ocasiones en que una molécula aislada y caracterizada es preferible. Puesto que en la naturaleza hay muchos compuestos en interacción es difícil identificar otros posibles agentes dañinos, señaló Eros.

“Esos excepcionalísimos causan mucha desinformación y daños aún dentro de la misma comunidad”. 

Y, en realidad, no parece que haya mucha diferencia entre sí la sustancia fue creada en un laboratorio o en los organelos de algún enteógeno. Tal parece que lo afirmó incluso la celebre curandera mazateca María Sabina.

Fue en 1962 cuando Albert Hofmann le entregó a Sabina una muestra de psilocibina proveniente de un laboratorio. Tras usarlo, ella afirmó que la experiencia era la misma a cuando usaba hongos.

Psilocibina sintética del laboratorio Sandoz, mismo en el cuál trabajó Albert Hofmann

“Ese estigma surge desde políticas prohibicionistas y de alguna forma se ha filtrado hasta la comunidad de consumidores” remarca Eros. “No hay diferencia alguna, hay que ser cuidadosos en identificar nuestras sustancias y de dónde provienen. Aún algo natural como la cannabis podría resultar dañino si no se cultiva de forma que el producto sea apto para uso humano”.

¿Cómo clasificarlas?

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En el pasado se han hecho propuestas para la clasificación de sustancias. Una de ellas es la del farmacólogo alemán Louis Lewisn. Él propuso a mediados del siglo XX las siguientes categorías:

  • Inebriantia (o enervantes como el alcohol)

  • Excitantia (o estimulantes como la khat o las anfetaminas)

  • Euphorica (euforizanes y narcóticos como la heroína)

  • Hyptonica (tranquilizantes como la kava)

  • Phantastica (alucinógenos y enteógenos como el peyote y la ayahuasca)

Leer más: Dos farmacólogos y el importante descubrimiento en el peyote

Si bien no son perfectas, se asemejan un poco a lo que algunos investigadores usan en la literatura científica.

“Las clasificaciones que parecen más sensatas y libres de un estigma son por su naturaleza química y por su actividad en el sistema nervioso” señala Eros. 

Por ejemplo:

  • Opioides: interactúan en los receptores opioides específicos
  • Cannabinoides: interactúan en los receptores del sistema endocannabinoide
  • Psicodélicos clásicos: interactúan con los receptores de serotonina
  • Estimulantes: como la cocaína…

(Todas disponibles tanto en la naturaleza como para sintetizar en un laboratorio)

Estas categorías no son suficientes ni son perfectas, pero para empezar, esto permitiría a los usuarios conocer mejor los riesgos particulares de las sustancias más comunes. 

“Y además” añade Eros “se suman sustancias muy comunes actualmente que clasifican en las feniletilaminas sustituidas como los NBOMe, NBOH, DOB, 2CB, etc. Así  como sustancias muy exóticas en sus efectos como las de salvia divinorum e iboga”.

Otras categorías importantes son:

  • Disociativos: como ketamina y dextrometorfano
  • Y las benzodiacepinas. 

“Entonces todas estas comparten en su agrupación tanto características en su estructura química, como en su actividad al consumirlas a excepción de las que son muy extrañas como Salvia divinorum” finalizó Eros.

Reiteramos que es una discusión compleja, pero sin duda que es necesario comenzar a pensar en que el uso de sustancias es complejo y multifactorial. Y así, poco a poco, alejarnos de visiones simplistas, reduccionistas y peligrosas.

Para finalizar, Eros señala que algo útil sería seguir un camino similar a cómo se ha manejado la educación sexual.

"Me refiero a que debe ser incluso proporcionada en la educación básica, pero con la perspectiva científica y Psicosocial, información clara y concisa sobre cada una de las sustancias de uso más comunes, así cuando el niño, adolescente, joven o adulto se encuentren ante la situación de decidir si consumir o no una sustancia tomen la decisión basada en el conocimiento sobre su naturaleza química, sus efectos, dosificaciones seguras y riesgosas, estatus legal y datos sobre prevención de riesgos y daños. 

"No es alentar al consumo, sino ser realistas y asumir que todos nos encontraremos en algún momento con las sustancias y nada es mejor que estar perfectamente informados. Es por eso que se requiere de una clasificación de sustancias psicoactivas más adecuada, para que cumpla con la intención educativa al describir a cada una."