Aldous Huxley, autor del conocido ensayo Las Puertas de la Percepción (1953) y la novela distópica Un Mundo Feliz (1932), entre muchos otros textos más, cumplió 57 años de su fallecimiento el pasado 22 de noviembre. En La Dosis queremos recordar las hazañas de su vida y los acontecimientos que lo formaron llevándolo a convertirse en una de las figuras más prominentes de la escena literaria y, por supuesto, de la cultura psicodélica.
Filósofo, novelista fraudulento, visionario, “enciclopedia viviente” o referente de la psicodelia. Cualquiera que sea el sobrenombre, Huxley permanece en nuestra memoria y en la memoria de la humanidad por sus letras, sus reflexiones y hasta su forma genuina de morir. Recuerdos que sucedieron para no ser borrados.
En medio de una familia de tradición intelectual, el condado de Surrey, al sur de Londres, fue el lugar que por azar lo vio nacer un julio de 1984. Su madre, Julia Arnold -quien fue una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford, posteriormente académica y fundadora de una escuela para niñas- creció entre una familia de literatxs; mientras que su padre, Leonard Huxley, educado entre científicxs, fue un destacado biólogo.
Quizá esa curiosa combinación entre la ciencia y la literatura enraizada en su árbol genealógico, representó un punto de inflexión que llevaría a Huxley a buscar un puente entre las dualidades a lo largo de su vida intelectual.
Europa, bajo la ortodoxia del orden y el progreso y de la mano con el paradigma darwinista, se preparaba para la primera gran hecatombe mundial en 1914. Dos años después, Aldous padecería de Queratitis Punctata (o punteada), una enfermedad ocular que le producía manchas en la córnea, las cuales, sumadas al astigmatismo y la hipermetropía, exacerbaron por 18 meses su ceguera.
No obstante, después de depender del Braille para leer y reconocer su talento en el piano, pudo recuperar su visión casi al doble gracias a las enseñanzas del doctor H.W. Bates, con un método que, de acuerdo a las palabras de nuestro propio escritor en su libro El Arte de Ver (1942), consistía en “relacionar la educación visual con los descubrimientos de la psicología moderna y de la filosofía crítica”.
Encarrerado a estudiar medicina, a causa de su ceguera se decide por Literatura Inglesa, decisión que le abrió las puertas a sus primero textos periodísticos, poéticos y de crítica literaria como colaborador de las revistas Athenaeum y Westminster Gazzette. Comienza a nacer una nueva voz en la escena literaria.
Su curiosidad y entusiasmo lo llevó a viajar por diferentes rincones del mundo y en convergencia con sus lecturas asiduas, fue haciéndose de un extenso bagaje cultural que lo realzaron popularmente como una “enciclopedia viviente”.
De acuerdo a la biografía sobre él escrita en la página oficial de la Librería Muscaria, su interés por las drogas dio a luz en su conocida novela Un Mundo Feliz, novela cuya temática lo posicionaría a un lado de George Orwell con su 1984 o más adelante con Rad Badbury y su Fahrenheit 451, llegándolo a considerar como visionario.
Un resumen somero e injusto diría que dicha novela describe una visión futurista sombría en la que una sustancia “eufórica, narcótica, agradablemente alucinante” llamada Soma, mantenía a la sociedad dividida en castas y con individuos creados y acondicionados por una cadena de montaje; adoctrinadxs por un control absolutista. ¿A qué época histórica nos recuerda?
Con el paso de los años, sus viajes a Oriente y lecturas tipo El Libro Tibetano de los Muertos acrecentaron su interés por el misticismo. Si bien Huxley no era una persona propiamente religiosa, creía que no podía vivir exclusivamente del racionalismo, tal como lo mencionó una de sus biógrafas,Sybille Bedford, en el documental del autor titulado “Aldous Huxley: Oscuridad y Claridad”.
En 1945 publicó su obra Filosofía Perenne, una antología de lecturas diversas que ilustran las llamadas “verdades universales” que tienen en común todas las religiones y las corrientes místicas dentro de las mismas religiones, las cuales, se caracterizan por buscar la esencia del ser humano. Búsqueda que pronto adoptaría Huxley en su experimentación con la mescalina y el LSD.
Encuentro psicodélico
Como si estuviesen destinados a su encuentro, Huxley leyó un artículo del psiquiatra brtiánico Humphry Osmond, conocido por sus investigaciones con mescalina y LSD para tratar algunos trastornos mentales como la esquizofrenia.
Desde 1886, Ludwing Lewin publicó el primer estudio sistemático del cactus de peyote, pero desde hace algunos siglos más, ya era conocido por las comunidades originarias de Mesoamérica para usos rituales, en lo que hoy es el norte de México, en la Sierra Madre Occidental.
Un conejillo de indias voluntario, conmovido por su propia curiosidad y fascinado con los artículos del psiquiatra, el autor de Un Mundo Feliz realizó sus primeros ensayos terapéuticos con mescalina. Así, a sus 58 años de edad conocería una realidad desconocida, una nueva mirada del mundo y de la existencia, una llave a la depuración de las puertas de la percepción.
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Cuatro décimas de gramo de mescalina disueltas en medio vaso de agua y a esperar. “Vivimos juntos y actuamos y reaccionamos los unos sobre los otros, pero siempre, en todas las circunstancias, estamos solos”, pero “(...)recordando nuestras propias aflicciones y humillaciones, podemos condolernos de otros en análogas circunstancias”.
Y de esa profunda experiencia nació su ensayo La Puertas de la Percepción, uno de los libros más populares en el que, entre el uso exhaustivo y necesario de adjetivos y un flujo de conciencia rico en preguntas y respuestas filosóficas, arte y referencias culturales, podemos comprender en qué consistió, aunque sea con los límites de las palabras, su primera experiencia psicodélica.
Dos años después publicó Cielo e Infierno, definido por el autor en el prefacio como “una continuación del ensayo sobre la experiencia con mescalina”.
“(...)La experiencia con mescalina es doblemente reveladora. Arroja luz sobre las hasta ahora desconocidas regiones de la propia mente y, al mismo tiempo, arroja luz (de forma indirecta) sobre otras mentes doradas con mayor riqueza para lo visionario que la propia”. Aldous Huxley, prefacio del libro Cielo e Infierno.
En el prólogo de los dos ensayos de la editorial Editores Mexicanos Unidos, Verónica Zapata escribe que “más que experimentación con un sentido lúdico el autor consume la mescalina con una intención intelectual que ayude a repensar el mundo tecnologizado y dependiente del consumismo”.
Los estados alternos de conciencia a los que se pueden llegar con rapidez gracias a los psicodélicos (manifestación de la mente/alma), le permitieron alejarse de una visión lineal del universo y la humanidad para poder comprenderlos tal y como son: infinitos.
Convertido en uno de los pioneros de la autoexperimentación psicodélica, pronto fue un referente de la efervescencia psicodélica de los 60, influyendo a otras figuras de la misma corriente que va desde los poetas de la Generación Beat, la escuela psicoterapeuta en la que se encontró Timothy Leary y hasta el grupo estadounidense de rock “The Doors” (al cual, junto con William Blake, deben su nombre).
En sus últimos momentos de agonía en California, a causa de un cáncer mortal, anotó en una pequeña hoja su propia prescripción luctuosa: “100 ug. de LSD intramuscular. Inténtalo”; ella -su esposa-, lo inyectó mientras que él, un viajero empedernido del mundo y la conciencia y crítico incisivo de las convenciones sociales, murió un 22 de noviembre de 1963, respirando lento y sereno, cada vez más lento, en medio de un viaje psicodélico sin retorno.
"(...) todos dijeron que esta era la muerte más serena, y más hermosa. Tanto los médicos y enfermeras dijeron que nunca habían visto a una persona en condiciones físicas similares irse sin dolor y sin lucha”. Fragmento de la carta dirigida a Julian, hermano de Aldous, de Laura Archera, segunda esposa del escritor.
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