En las ocasiones que yo he presenciado su ingesta, las personas toman con los dedos algunas hojas secas de la planta, se las llevan a la boca procurando masticarlas brevemente y las tragan. Después, esperarán sus efectos. Durante el ritual, Santa Rosa se hará presente y, por ejemplo, alguna madrina resoplará y emitirá algunos gritos de júbilo como signo de su presencia en el cuerpo de su huésped temporal. También hará hablar al resto de las madrinas, con este fin fueron invitadas por el chamán y con ese propósito la consumieron. Los otomíes saben que Santa Rosa hace hablar, hace cantar y bailar, mas también sabe escuchar.
Durante los rituales comunitarios Santa Rosa escucha a los participantes, asimismo da razón de lo que las divinidades desean y solicitan a la comunidad, todo a través de las palabras que emanan de la boca de alguna madrina. Por lo general estos eventos rituales están organizados de acuerdo al ciclo agrícola relacionado con el maíz, así que suelen estar destinados, por ejemplo, a solicitar la llegada precisa de la lluvia de temporal. En ese caso, Santa Rosa hará saber a las divinidades que en tal pueblo están esperando la lluvia porque ya sembraron, y las divinidades responderán que está bien pero que quieren que suban a tal cerro a dejar sus ofrendas.
Así más o menos es la participación de Santa Rosa en los rituales otomíes. No obstante, los rituales del tipo Costumbre ⎯nombre que reciben en la huasteca los rituales comunitarios no católicos⎯ son bastante complejos e implican preparativos con días de antelación, la participación de decenas de personas y el desembolso de recursos económico considerables. El día de la celebración del Costumbre participan numerosas divinidades, algunas nefastas y otras fastas, todas potentes. A las divinidades nefastas les ofrendan primero fuera de la casa, para ello el chamán coloca un ejército de recortes de papel que serán los cuerpos transitorios de los muertos y los diablos otomíes. Esto se hace de este modo para que los aires nefastos no interrumpan el curso del ritual y estén satisfechos al ser también convidados. Posteriormente, ya en el interior de la casa del chamán, frente al altar de éste, se llevarán ciertos procedimientos que pueden durar varias horas: se tienden en sus “petates” los recortes de las divinidades fastas; en la parte superior de la mesa del altar se colocan los recortes de vírgenes y santos católicos, además de todas las semillas y divinidades nativas como el sol, los cerros, el relámpagos o los vientos; debajo del altar se colocan los recortes de la Sirena, Santa Rosa, la Lumbre, la Tierra, etcétera. A todos se les ofrenda comida y bebida, mas también se les ofrenda sangre ⎯se les firma, dicen los otomíes⎯ de un ave sacrificada.
Es hasta después de que todo lo descrito ocurre, y ya entrada la noche, que Santa Rosa comienza a cantar y comienza igualmente a escuchar las peticiones del chamán y los asistentes, inclusive en ese momento comunicará lo que los cerros desean. Por lo general se trata de un momento catártico, eufórico, en el que Santa Rosa hace recitar parlamentos a las madrinas que hablan al unísono y bailan al tiempo que hacen un ruido: ushhh, ushhh. Cuando se han hecho las diligencias correspondientes, es decir se ha solicitado lo que la comunidad requiere y se ha escuchado todo lo que las divinidades han dicho, el ritual llega a su fin. En ocasiones, sin embargo, los asistentes aprovechan para que el chamán les haga una “barrida”, esto ocurre ya muy entrada la noche. De manera sintética, este es el modo en que Santa Rosa interviene en el Costumbre.
Entre los otomíes del municipio de Ixhuatlán de Madero, Veracruz, no existe un culto específico centrado en la figura de Santa Rosa, aunque el respeto, devoción y uso son bastante generalizados, e incluso en algunos pueblos se le celebra una fiesta entre el 29 y 30 de agosto. Santa Rosa no es considerada propiamente una divinidad, por ejemplo no es la dueña del agua como sí lo es la Sirena, su importancia radica en su función mediadora. A decir de los otomíes, Santa Rosa realiza un trabajo como lo hacen otros “objetos” que coadyuvan con la labor ritual y chamánica: la campana, el sahumador, los bastones, incluso la guitarra, el violín y la quinta huapanguera, ya que todos estos objetos poseen una interioridad análoga a la humana, por lo que se considera que también son personas que, a su modo, hablan durante el ritual.
La planta de Santa Rosa ⎯que es la cannabis⎯ sólo es la parte visible en el mundo humano, en el mundo de los espíritus, Santa Rosa es la Muchacha Flor, de ahí que la planta posea una interioridad antropomorfa, tal como lo revela su propio recorte de papel. Esta planta-persona es considerada por los otomíes como un intermediario entre el mundo humano y no-humano, es un puente de comunicación entre los cerros-persona, que en la huasteca son considerados “Gobierno” -autoridades que tienen bajo su custodia algún tipo de bien o recurso necesario para la vida humana-, y los solicitantes otomíes. La Santa Rosa sabe hablar, de ahí que los otomíes la tengan en tanta estima, además hace hablar, y también sabe escuchar y exponer las peticiones humanas a las divinidades.
No se sabe con precisión cuándo se introdujo la Santa Rosa en los rituales otomíes, tampoco se sabe si sustituyó a otra planta con propiedades psicoactivas, lo cierto es que desde hace muchas décadas su utilización es generalizada en los pueblos agricultores de la huasteca veracruzana. Huelga decir que el consumo de Santa Rosa no es de carácter recreativo, y en contraste con la visión mística de una planta “sagrada”, no es muy utilizada como medicina, aunque existen registros sobre sus usos, ni tampoco se utiliza en todos los rituales. Con todo, para los otomíes de la huasteca su principal cualidad es la de ser una planta-persona, una Muchacha Flor que sabe hablar a favor y en beneficio de sus pueblos.