La Fundación Gabo está inspirada en los ideales y la obra del escritor Gabriel García Márquez, concretamente en sus ideas liberales y anti-prohibicionistas con relación a las drogas. Por eso se ha unido con el Programa Global de Política de Drogas de Open Society Foundation para otorgar una serie de becas a periodistas y creadores de contenido.
Su propósito es identificar los prejuicios, estereotipos y lugares comunes en la cobertura periodística sobre las drogas y sus consumidores, a fin de generar nuevas narrativas utilizando formatos innovadores que atraigan la atención de grandes audiencias.
En mayo de 2022 editaron un libro físico y digital llamado Nueva narrativa latinoamericana sobre drogas*, que recoge 18 trabajos periodísticos de personas o equipos que ganaron la primera convocatoria de la beca.
En la introducción, Catalina Pérez Correa, profesora e investigadora mexicana, nos cuenta que los autores hablan “de campesinos que construyen historias diferentes para sí y para sus comunidades, de científicos que desafían los estigmas impuestos por la narrativa prohibicionista y de madres dispuestas a transgredir las normas sociales y legales por sus hijos.” (p.12) Afortunadamente sus páginas también dan voz a los consumidores y a los activistas.
El libro empieza hablando con esperanza acerca de la regulación del Cannabis en México cuando ésta parecía llegar en 2020. Exponen los puntos de vista de diferentes activistas que hablan de los pros y los contras de permitir y regular la industria. Para concluir citan a Miguel, uno de los cultivadores del jardín iniciado por el Movimiento Cannábico Mexicano afuera del Senado, quien se declara cultivador de segunda generación, cuyo padre estuvo en la cárcel varios años por transportar Cannabis a Estados Unidos.
Su voz cierra el reportaje asegurando que quiere ver libre a la planta “y a todas las personas que en algún momento han consumido o han cultivado y ahorita están en la cárcel.” (p.31) Le sigue otro fotorreportaje acerca de México: “Un año de manifestaciones contra un siglo de prohibición”.
Después hay seis historias acerca de Colombia. Las primeras dos hablan sobre el Estado contra los cocaleros y el daño de las aspersiones de glifosato, “negocio poco claro”. Las siguientes cuentan historias de excocaleros: uno que creó su propio bosque productivo, otros que sustituyeron coca por cacao y han recibido premios internacionales. Las últimas son un reportaje acerca de Medellín exponiendo la memoria oficial sobre el narco, sus alianzas políticas y económicas, así como desapariciones de consumidores vulnerables de drogas.
En seguida se habla acerca del Cannabis paraguayo ilegal que se vende por todos lados en Sudamérica enriqueciendo a pocos y creando varios problemas, entre ellos, el retraso en la regulación de sus usos medicinales en Paraguay.
De allí pasamos a Brasil para enterarnos, a través de otras 6 historias de que un grupo de jueces insensatos se han unido para impedir que vuelvan a sus casas madres presas y sin condena por cultivar cannabis para sus hijos; que la red de lucro detrás de las internaciones involuntarias por drogas es un gran negocio regido por la disciplina militar; que parlamentarios, activistas y científicos se unieron para presentar una propuesta de ley para la regulación del Cannabis medicinal; y que un grupo de científicos han desafiado a las autoridades para poder experimentar con el Cannabis.
Después hay dos reportajes acerca de centros de rehabilitación ilegales en Ecuador, el primero cuenta que murieron en un incendio varios jóvenes. Dice que lo provocaron ellos mismos para ver si así les abrían las puertas del encierro involuntario y no, ni aún así… El segundo, en la misma línea, expone lo que llama la guerra terapéutica contra los “adictos”, debida a la burocracia, la conveniencia de los familiares y un pésimo modelo de atención a crisis.
Y por último, llegamos a Perú, donde un interesante reportaje nos da cuenta de las limitaciones de la ley del Cannabis medicinal en ese país, explicándonos con detalle lo que requieren diferentes niños con epilepsia para poder controlar sus crisis. La hija de Ana necesita aceite con una proporción 20:1 (CBD/THC), el hijo de Roxana sólo responde si el aceite que consume está hecho con la cepa Harle-Tsu y la niña Glendy necesita CBDA (que sólo se encuentra en la planta cruda) y no CBD aislado, porque:
‘En los casos de convulsiones suele predominar la presencia del CBD pero, como a menudo demuestran los pacientes, ninguna mezcla es tan rígida y cada cuerpo reacciona diferente a las numerosas cepas y a las distintas combinaciones de los cannabinoides.” (p.245)
Lo que más les conviene a las madres de estos niños es el autocultivo o el cultivo comunitario para poder hacer sus propios extractos, en vez de importar CBD aislado, que es lo único que les está permitido actualmente.
* Nueva narrativa latinoamericana sobre drogas, crónicas y reportajes, Fundación Gabo, Colombia, 2022.
Descarga gratis este libro aquí: https://mailchi.mp/fundaciongabo/libro-digital-nueva-narrativa-latinoamericana-sobre-drogas