El senador colombiano Iván Marulanda es contundente: “la guerra contra el narcotráfico fracasó. El Estado no pudo garantizarnos la vida, ni la paz social, ni el cumplimiento de la ley; cada día es peor. Seguir en lo mismo sería una estupidez”. Por eso, después de un arduo trabajo realizado en coautoría con el también senador indígena Feliciano Valencia, el pasado 20 de julio presentaron la primera iniciativa de ley a nivel mundial a favor de la regulación de la producción, distribución y consumo de hoja de coca y de cocaína. 

El proyecto de ley sobre la hoja de coca y la cocaína fue radicado oficialmente el 25 de agosto de este año y entrará a discusión por la comisión primera que es la constitucional. Es muy probable que el proyecto tenga mayoría y los ponentes que se nombren tengan una postura positiva a este proyecto de ley; a la fecha hay 21 congresistas que avalan la iniciativa, entre ellos 18 senadores de diferentes partidos políticos opositores y también gente afín al gobierno colombiano. Sin embargo, para Iván Marulanda, de Alianza verde (partido de centro izquierda y opositor al gobierno actual), el haber presentado esta iniciativa, es un triunfo independientemente de que se apruebe o no: “Es el principio. No sé cuánto tiempo tardaremos en dar este paso, espero que sean pocos años, de lo que estamos seguros es que el proceso arranca con nuestra iniciativa y es imparable. Ese hecho es trascendente”.

La noticia de esta inédita iniciativa de ley se difundió ampliamente en los principales medios de comunicación colombianos y, a través de sus redes sociales, solicitamos esta entrevista al senador Marulanda, quien desglosa las circunstancias que lo llevaron a instrumentar este sustentado proyecto de ley en coautoría con el senador Feliciano Valencia (Movimiento Alternativo Indigena y Social MAIS), quien representa a miles de indígenas que trabajan en los sembradíos de hoja de coca. Lo singular de esta propuesta es que también incluye la regulación de la cocaína y su posible distribución legal en otros países. 

¿Cómo surge su iniciativa de proponer ante el Senado colombiano la regulación de la hoja de coca y la cocaína?

He visto a lo largo de 40 años la destrucción que ha traído el narcotráfico en Colombia, nos acaba como proyecto de civilización, nos esclaviza el crimen. El baño de sangre, el terror, la pérdida de jóvenes y de figuras valiosas, la corrupción, el crimen empoderado del Estado, la depredación del medio ambiente, la droga regada sin control por las escuelas y las calles, droga de mala calidad que arruina vidas. En 1992 fui tres años embajador de Colombia ante las Agencias de Naciones Unidas con sede en Roma y allí conocí el pensamiento de las fuerzas políticas y sociales progresistas de Europa que abogan por políticas que reduzcan el riesgo y mitiguen el daño. Presencié en Italia el debate por la despenalización y el referéndum que la determinó, así como el cambio que se empezó a experimentar. Antes se encontraban miles de jeringas usadas tiradas en los parques y las calles, los contagios de VIH y hepatitis C eran exponenciales, la corrupción pudrió el andamiaje del poder político y el famoso proceso de “Manos limpias” lo echó al suelo. Y lo de siempre, la violencia intrafamiliar y callejera eran insoportables. Era el fruto de que el control de la droga lo tenía la mafia. He seguido experiencias similares de otros países. Fui madurando en mi mente la idea de proponerle a Colombia otra política que rescate su soberanía, su dignidad como nación, que nos sacuda del error de insistir en el fracaso trágico de la guerra contra las drogas. Fui elegido otra vez Senador después de 32 años y me dije ¡llegó el momento! Desde mi posesión en el 2018 trabajo callado en el tema con mi equipo, con expertos y comunidades, y desde hace 6 meses hombro a hombro con el senador indigena Feliciano Valencia. 

A pesar del evidente fracaso de las políticas prohibicionistas, son pocos los políticos que en Latinoamérica apuestan por la alternativa de despenalizar las drogas, ¿qué opinión le merece este panorama?    

La carga de sufrimientos sobre los hombros de los colombianos, por cuenta de políticas antidroga fracasadas, pensadas desde los intereses de otros países, llegó al límite. Es hora de pensar en los intereses de Colombia. Pocos políticos pueden decir esto sin que se les señale como testaferros de la delincuencia. Los dineros de la droga corrompieron multitudes de políticos en América Latina, pocos tenemos historia de lucha frontal contra el narcotráfico, contra su penetración en el poder del Estado y su alcance destructivo en la sociedad. Mis compañeros y yo nos jugamos la vida y pagamos caro, a Luis Carlos Galán y Rodrigo Lara los asesinaron, Enrique Parejo fue herido de bala. Galán iba a ser presidente de Colombia en 1990, él y yo éramos Senadores, lo mataron meses antes de las elecciones. Lara y Parejo fueron Ministros de Justicia. Sobreviví milagrosamente a aquella cacería humana. 

Como si fuera poco, en mi familia sufrimos el dolor infinito de tener a uno de mis 10 hermanos prisionero en los EU durante largos años mientras yo combatía con mis compañeros inmolados en las plazas públicas y en el Senado a los políticos corruptos y a sus aliados narcotraficantes en aquella década nefasta de los años 80s. Esa guerra se perdió, hemos vivido estos 40 años bajo la coyunda de la delincuencia incrustada en el poder del Estado. Yo sigo en las filas de la rebeldía democrática, luchando contra el poder de estos bandidos. Centenares de políticos mafiosos han ido a la cárcel y el desfile continúa. En las próximas elecciones vamos a derrotarlos por fin.

Esa historia nos da autoridad moral para decir a los cuatro vientos ¡estuvimos en el frente y la guerra contra el narcotráfico fracasó! El Estado no pudo garantizarnos la vida, ni la paz social, ni el cumplimiento de la ley; cada día es peor. Seguir en lo mismo sería una estupidez. En el debate que abrimos la comunidad se informará y decidirá por sí misma, desde su experiencia y su conciencia, si quiere seguir bajo el suplicio de esas viejas verdades reveladas o si explora otros caminos.

¿Cuáles han sido las reacciones de otros partidos y en general de la opinión pública al respecto de esta iniciativa?

Respetuosas, me sorprende, al menos hasta ahora. No han saltado los fanatismos ni los intereses oscuros. Hay interés, curiosidad, preguntas, avidez de información, reflexión más que emoción. Los medios de comunicación divulgan la noticia con profesionalismo, le dedican espacios generosos, sin escándalo, columnistas analíticos se han ocupado de comentar, las redes sociales animan el debate con creatividad. Al momento más de veinte congresistas de 8 partidos políticos suscriben el proyecto de ley.

Ya desde hace varios años y desde la opinión de reconocidos especialistas a nivel mundial se ha planteado la pertinencia de regularizar el consumo de drogas en lugar de prohibirlas, pero poco se ha avanzado legislativamente, ¿por qué ocurre así?

Por el poder de los Estados Unidos que ha impuesto su doctrina ultraconservadora antidrogas a rajatablas desde 60 años atrás. Incluso presidentes demócratas como  Bill Clinton que viene de los tiempos hippies cuando multitudes de jóvenes fumaban marihuana y se drogaban en conciertos a los que él asistía, no creo que de observador. O Barack Obama que conoció las calles y los suburbios de Chicago en carne viva, los dos estuvieron 16 años en el poder y se sostuvieron en esa pesadilla de la criminalización de la coca, tal vez sin convicción porque son inteligentes y progresistas. Pero igual mantuvieron la amenaza de castigar el comercio, la cooperación internacional, las economías, sostuvieron alzado el dedo para señalar de parias a pueblos que fueran irreverentes con la ira y la doctrina que les dejó de herencia el viejo, retrógrado e inmoral Nixon; cárceles repletas de prisioneros, cementerios llenos de jóvenes muertos, calles inundadas de coca y ensangrentadas de violencia, policías y jueces comprados, políticos corrompidos, bancos embriagados de dineros sucios. Pero Trump ha deslegitimado la autoridad y el poder internacional de los EU y sin duda el mundo ha cambiado, tenemos que cambiarlo ¡ya no se soporta tanta humillación ni tanta estupidez!

¿Cuáles son los beneficios que usted advierte con la regulación de la producción, distribución y consumo de coca y cocaína?

Hay numerosas experiencias de países que legalizaron con éxito la producción y el consumo de sustancias psicoactivas, disminuyeron los consumos, la violencia y tienen a salvo su niñez. Los consumidores ya no son parias, delincuentes, pervertidos, sino seres humanos. Portugal, Uruguay, Canadá, numerosos estados de los EU. Los beneficios son esos, además, la corrupción pierde alcance, no se lavan fortunas para convertirlas en contrabando, para corromper, para matar, para acaparar activos y esclavizar comunidades pobres. Las personas adictas recibirán tratamiento médico y psiquiátrico, no serán tratadas como grupos marginales, y la población tendrá acceso a información y a programas de prevención. Ojo, los pobres no necesitarán arrodillarse más delante de asesinos vulgares, armados hasta los dientes y con los bolsillos cargados de billetes.

En nuestro caso, 200.000 familias campesinas que cultivan hoja de coca no tendrán que seguir sobreviviendo como hordas fugitivas de la fuerza pública, destruyendo con frenesí aquí y allá bosques de enorme riqueza y biodiversidad, ni tendremos que recoger más del suelo a campesinos y policías desmembrados por bombas antipersona, ni veremos legiones de familias desplazadas deambulando. Como si fuera poco, podríamos dedicar miles y miles de vidas y miles de millones de dólares que sacrificamos en esta guerra que no merecemos y que no sirve de nada, a resolver necesidades que desesperan a nuestra población, el hambre, el desempleo, la educación de la juventud, la salud, la falta de infraestructura para el desarrollo y de herramientas para trabajar la precariedad de la justicia.

¿La regulación del consumo de cocaína qué beneficios tendría tanto para Colombia como para el resto de América Latina?

Bueno, ya he explicado estos beneficios que son comunes a los países latinoamericanos. Tal vez agregaría otro avance enorme para la comunidad internacional. Hay países que quisieran solucionar el problema del consumo de cocaína desde el enfoque de salud pública y derechos humanos como proponemos en nuestro proyecto de ley, pero que no encuentran cocaína de buena calidad y de procedencia legítima que les permita llevar a la práctica el programa. Es comprensible, un gobierno no podría comprar cocaína a narcotraficantes para implementar políticas de salud pública. Pero si encuentran otro Estado que se las suministre, de calidad certificada y de procedencia legal, sin “rastros de sangre ni delitos”, tendrían cómo atender a sus consumidores bajo controles sanitarios, cuidarles con apoyo científico y lo que es fundamental, sacarían a los delincuentes con sus venenos de las calles y de las escuelas. Esto acabaría con este negocio terrorífico del tráfico de drogas en manos de mafias asesinas.

¿Durante los primeros años del siglo pasado el consumo de cocaína era legal y tenía usos médicos, su regulación tendría beneficios en el terreno de la investigación?

 

Mi colega Senador Feliciano Valencia, de la comunidad indígena Nassa, con quien comparto la presentación de este proyecto de ley, habla con la inspiración de su pueblo y sus ancestros, de la planta sagrada de la coca que acompaña sus culturas desde milenios atrás, y con ella producen medicamentos, alimentos, cosméticos, bebidas que sirven al bienestar de los seres humanos. Con seguridad el mundo entero se beneficiaría de estas virtudes de la hoja de coca y la investigación científica enriquecería aún más los usos de la planta para lo que Feliciano llama “el buen vivir”. Incluso la cocaína, que si bien proviene de hoja de coca transformada mediante procesos químicos, tiene también derivados medicinales, anestésicos por ejemplo. 

Se ha demostrado en países donde ciertas drogas son legales (Uruguay con la marihuana, por ejemplo), que no se ha incrementado el consumo, ¿usted qué opina?

Las penalizaciones no reducen el consumo. Según la Encuesta Global de Drogas del 2015, solo el 2% de consumidores de cocaína consideraron que la preocupación de ser detenidos por la policía había contribuido a su decisión de dejar de consumirla. Los Estados Unidos tienen más de dos millones de personas en las cárceles, la mayoría condenadas por hechos vinculados al narcotráfico, sin embargo las cifras de consumo no decrecen, por el contrario aumentan. En Colombia hacemos gastos enormes de dineros públicos desde hace decenios para erradicar cultivos de hoja de coca, se fumiga con venenos que dejan daños colaterales en personas, cultivos de pancoger y en los ecosistemas, también por medio manuales y con todo y las miles de víctimas que quedan tiradas en el camino, abastecemos el 90% del consumo mundial. La guerra ni disminuye la producción en Colombia, ni disminuye el consumo en los mercados del mundo. Deja destrucción, es todo.

¿Qué futuro le ve a su iniciativa por regularizar el consumo de cocaína en su país?

El proyecto de ley lo construimos con rigor jurídico y científico, de la mano de expertos en el tema, consultando fuentes de conocimiento y experiencias de distintos lugares del mundo. La propuesta que entregamos al Congreso es responsable y tiene el mérito de abrir el debate con seriedad, dentro del Estado y en la sociedad. De cara al mundo. La población se va a informar y podrá formarse su criterio y expresarse con libertad. Es el principio, no sé cuánto tiempo tardaremos en dar este paso, espero que sean pocos años, de lo que estamos seguros es que el proceso arranca con nuestra iniciativa y es imparable. Ese hecho es trascendente.

¿Su iniciativa contempla también la regularización de la producción y distribución de cocaína?

Sí, el proyecto de ley busca regular el mercado doméstico de la hoja de coca y la producción de sus derivados psicoactivos, la cocaína, como los no psicoactivos, bebidas, alimentos y cosméticos a base de la hoja de coca. El Estado producirá cocaína de calidad certificada para suministrar bajo control médico, en las dosis personales autorizadas por personal científico a los consumidores nacionales. Producirá también cocaína de alta pureza para proveer a otros gobiernos que la demanden con el fin de enfrentar el problema mediante el enfoque de salud pública y respeto a los derechos humanos que propone nuestro proyecto de ley.

El Estado comprará la cosecha de hoja de coca a los campesinos que la vienen produciendo en las áreas georeferenciadas por la ONU en 2019. Esta producción abastecerá, como he dicho, la manufactura de bienes de consumo que no tienen restricciones legales. También la producción de cocaína, que solo podrá procesar el Estado. La hoja de coca remanente, será destruida según protocolos que elaboren los Ministerios de Justicia y Defensa. La hoja de coca que se cultive y la cocaína que se produzca y se transporte por fuera del marco de la ley, serán ilegales. Las sanciones a los infractores serán las contempladas en el código penal. 

El proyecto de ley determina que el Estado colombiano abogue por la modificación de los tratados internacionales que rigen estas materias y la formulación de nuevas interpretaciones que permitan a las naciones salir del estancamiento y la conflictividad en que se encuentran por razón del narcotráfico y su enorme capacidad de daño. Así mismo, el Estado deberá apelar a la solidaridad de países con poblaciones consumidoras de cocaína para que aporten al financiamiento de esta política de regulación, aunando recursos para pagar la hoja de coca que se arrebata de las manos de organizaciones criminales y que es materia prima que sale del mercado.

¿Cómo sería la dinámica de una sociedad en donde la cocaína fuera regulada?

La evidencia en otros países demuestra que el consumo de sustancias psicoactivas depende menos del tipo de legislación vigente que de factores sociales, económicos y culturales. Según estudios del año 2001 realizados por investigadores de universidades de los EU, el número de organizaciones desmanteladas, de usuarios arrestados o la severidad de la pena, no afectan significativamente el consumo de sustancias psicoactivas. En cambio, medidas como la prohibición de toda clase de publicidad, advertencias sobre los riesgos asociados al consumo de drogas, el tipo y el nivel de impuestos y políticas de salud pública de reducción y mitigación del daño, pueden tener efectos significativos en la reducción del consumo.

Ahora, si bien la evidencia de la regulación del cannabis es todavía preliminar y no del todo equiparable con la de la cocaína, los estudios en Portugal, Uruguay, Estados Unidos y Canadá indican que no se afecta de manera significativa el consumo. En algunos casos aumenta justo después de la regulación, pero pasado breve tiempo disminuye.

¿Qué tanto se sustenta la prohibición de las drogas más en un prejuicio social que en el daño real de su consumo?

El daño del consumo de sustancias psicoactivas es real y es enorme. Por eso justamente se hace necesario regular el mercado de coca y sus derivados, con el objetivo que el Estado les quite el control del mercado de la cocaína a las estructuras criminales y así reducir los daños asociados al narcotráfico, violencia, sobredosis, venta de sustancias alteradas y degradadas, hacinamiento carcelario, corrupción, lavado de activos y descontrol de la economía, violación de derechos humanos, deforestación, desconfianza en el Estado, entre otros.

Reitero, la política prohibicionista fracasó. Los problemas de los cultivos ilícitos, el narcotráfico y el consumo de drogas psicoactivas, así como los enormes daños colaterales, se han agudizado y sus consecuencias adversas son cada vez más destructivas e inmanejables para el Estado y la sociedad colombiana. Nuestra conclusión es que la forma de reducir los riesgos y mitigar los daños asociados al consumo de sustancias psicoactivas, es reconocer su existencia inevitable y adoptar políticas de salud pública y defensa de los derechos humanos. 

Señalo algunas pruebas del fracaso de décadas de prohibicionismo. Según cifras oficiales en Estados Unidos: el consumo de cocaína aumentó de 2,2% en 2010 a 2.7% en 2018. La cantidad de cocaína de calidad de exportación creció de 400 Tm en 2008 a 887 Tm en 2018, es decir más del 120% en diez años. El porcentaje de pureza aumentó del 46.4% en 2013 al 64.3% en 2017, pero el precio se mantiene relativamente estable, entre el 2007 y el 2017 el precio al detal por gramo de cocaína en Estados Unidos pasó de 82 a 96 dólares.

Reconocidos intelectuales como el escritor Arthur Conan Doyle y el psicoanalista Sigmund Freud consumieron cocaína, ¿usted lo ha hecho?

Nunca, no me ha pasado por la mente, no sabría explicar por qué y pienso que por esto no soy superior o inferior a personas que han tenido esa experiencia. Nunca consideré esa opción ni creo que la vaya a considerar, no tengo esa curiosidad. Tampoco hago juicios de valor sobre los que la consumen, solo repruebo a los hipócritas que posan de moralistas, consumen a escondidas, pero de dientes para afuera atizan la criminalización.