Crecí en una colonia 100% mariguanera, allá por los rumbos de Iztapalacra, justo donde se pone el tianguis más famoso de la ciudad los martes y viernes de cada semana, solo que de este lado de la Ermita, en el Pueblo. Desde su fundación fue lugar de magueyes y cabrones, cuentan las leyendas que por acá pasó Cortés cuando conquistó la capirucha, dicen que los chamanes lo atendieron con su pulquito y tabaquito. Durante la revolución todos los malandros participaron en la gresca junto al General Zapata contra los pelones, la Manuel Cañas, avenida principal que conduce al pueblo así lo testifica, justo ahí es donde el pueblo se prendió a la juanita y su cultura dicharachera.
Desde entonces siempre ha sido escenario de los más diversos dealers de la zona. Cómo no recordar al famoso Silver de allá de la parte alta del cerro, compadre que de día era el bueno y por la noche era perro, cómo olvidar ese puto susto cuando llegando a su casa se me empareja una camioneta de granaderos y les gano corriendo por los callejones y comienzan a reírse y gritarme que no me paniqueara, así supe que era policía; en su chante fue donde conocí las roche 2 y las monas cuando esperábamos que llegara con la maleta para repartirla en velas de 10 varos que valían; en su casa podía verse gente de todos los barrios cercanos y de todos los oficios: de la Chente, Aztahuacán o de Tláhuac, incluso si te apendejabas perdías por la cantidad de ratas de dos patas que ahí había, así de caliente estaba la zona. Ese compadre se quedó con todo lo que tenía de valor por esos días, esa etapa que vendes y truequeas todo lo que tienes a cambio de seguir fumando, eran mis inicios de psiconauta.
Dejé de ir al punto del cerro porque se puso cachonda la cosa y porque ya tenía surtidor más cerca: el famoso San Pedro, nido de toda la bandota malandra de aquel entonces, clásico punto al mayoreo. En su casa fue la primera vez que vi kilos y kilos de chutama, conexión directa con la sierra. ¿Quién no conoció al San Pedro en Iztapalapa?, era el que te abría las puertas del cielo, por eso el apodo. Con el San Pedro era comprar un mendigo toleco de mota en greña y esperar el rayón, eran los tiempos del kilo a mil, verde limón, pelirroja, sin sema o caca de chango; ahí conocí a la gente de la sierra, de Morelos y Guerrero. Él me enseño el camino a Chalma y me aculturizó, me dijo que era el santo de los drogadictos y marihuanos y yo le presenté a Malverde regalándole un dije de los que venden en su capilla en Culiacán, incluso me prestó su casa varias veces para eventos y festejar. No fue fácil llegar a él, tuve que pagar aduana con mi %$t0 vecino que siempre me estafaba y no quería presentármelo, me trajo como tres meses así, pagándole la mitad de su monedero a cambio de hacer misión, me choreaba que el bueno le decía que no podía llevar a nadie y yo decía ni pedo y así me traía. Hasta que un día, el más erizo de tu vida, todo se presenta para que hagas por primera vez tu compra, me chingué la mita de un roche 2, es decir, me puse el tercer huevo y caminé hacia la casa del San Pedro y toqué en su puerta a una voz, salió un morrito como de 12 años, dijo que si me la fumaba o me la tronaba, me abrió la puerta y con su mano dijo que pasara. Una vez adentro se acercó el San Pedro, preguntó que cuánto necesitaba, contesté que un 200 y mencionó que me iba a dar un cuartel de la roja sin sema, mientras llenaba la bolsa mencionó que si no era la borrega; le contesté que nel, que cada quien su bronca, me dijo que si no era de los Silvers y le dije que nelson, que yo me juntaba en la Hank González y que no pedía fiado, así fue como conseguí la llave del cielo. Hoy en día todavía lo topo y le llevo unos gallos de la high en agradecimiento al necte que me hizo durante años, muchos de mis compas lo conocen porque nos surtió la despensa más de una década, ¿cuántos loski nos habrá vendido?, ¿300, 500?, ¿cuántos toques nos habremos fumado?, ¿2000 o 3000? No lo sé, tal vez me estoy quedando corto.
El San Pedro era de ese linaje chaca buena onda del barrio, se la rifaba en la sierra con los vendedores, todos lo conocían entre los malandros, su nombre era respetado incluso entre la banda del reclusorio Oriente. ¿Quién no pasó por su casa?, ¿quién no prendió el boiler en una noche de piedra con él?, de esos dìas que te rayas estando con el bueno, que invita la fiesta a manos llenas sin Yolanda. Y es que su tienda era extensa: monas, rayas, chochos, activo, hongos, opio y por supuesto cannabis, los costales que quisieras. Cómo olvidar cuando inventaron el curado de marihuana esa mañana pulquera de loquera, cómo olvidar cuando le di semillas de la virgen en Oaxaca, cuando se peleó con su esposa en Hueca y se bajo a media carretera valiendo madres, cuantos cara blanca nos habremos tomado esos sábados pulqueros. Pero sobre todo, cómo olvidar cuando cayó la federal y valió verga todo, cómo olvidarlo…
Eduardo Zafra