La última vez que había estado en California fue justo dos semanas antes de que pasara la ley 64 que otorgaba el consumo recreativo a mayores de 21 años, era diciembre del 2017. Tres años y medio después, entraba nuevamente a los Estados Unidos vía aérea y aterrizaba en la tierra mundial de la marihuana: Los Angeles.
Aunque esta vez la visita era por trabajo, mis pensamientos estaban en acudir inmediatamente al primer dispensario que se me atravesara en el camino. Todavía no bajaba del avión y ya había descargado la aplicación de Weed Maps para saber qué lugares estaban a mi alrededor. Rápidamente salí del aeropuerto y el olor a marihuana incrementó mi ansiedad.
Nef y Oscar pasaron por mi para llevarme al hotel e inmediatamente tomamos el freeway 110 con rumbo al Downtown de L.A., me preguntaron si quería comer algo y les dije que necesitaba hacer hambre antes, se miraron entre ellos con desconcierto pues no me entendieron y seguimos avanzando.
Al llegar a South Central pude ver un gran letrero publicitario de los Jungle Boys y les dije que necesitábamos ir al dispensario más cercano. Mencionaron que cerca del hotel había muchos y después de dejar mis maletas me condujeron hasta STIIIZI DTLA, ubicado cerca del distrito del arte. Oscar mencionó que había mucho tráfico y yo pensé que en el freeway, pues pude ver una larga fila de autos, me dijo que no hablaba del freeway si no del dispensario, oh my god, eran las cuatro de la tarde y permanecimos cerca de una hora para poder entrar al lugar.
Como no sabía, pensaba que no me iban a dejar entrar, como años anteriores. No fue así, me pidieron un ID y me dieron la bienvenida en español, el ritmo cardiaco se aceleraba, ya dentro de la antesala del lugar grandes fotografías de raperos conocidos pude ver. Después de otra espera los policías abrieron la bóveda que resguardan celosamente y pude apreciar los mostradores que me invitaban a comprar. Estaba como perro en taquería, iba de un lado a otro tratando de ver qué comprar, no sabía ni qué. Me sentía como niño en Disneyland. Me apresuré y le dije a la miss que me diera una bolsa de 3.5 gramos de la flor más premium que tuviera, me dijo que la GMO-Cookies acababa de llegar y era una de su top 5 del día, me pareció una excelente recomendación y sin preguntar cuánto valía la compré. Me dijo que eran 55 dólares, ya no había nada que hacer, yo mismo le había dicho a la señorita que me diera una mota verga y pues ya me la estaban metiendo, saqué tres billetes de a 20 y pagué. Me sentí robado la neta, pues por esas mismas genéticas en el mercado negro tal vez serían unos 40 dólares. Nunca en mi vida había pagado tanto por un ocho, como le dicen a los 3.5 gramos, pero si ustedes hubieran olido la bolsa, estoy seguro que pagarían hasta más.
Salí del lugar con la felicidad en mis manos y ponché un toquesote de 1.5 gramos y guardé para otros dos joints, no quise usar grinder, preferí hacerlo con mis propias manos y disfrutar desmenuzar a la old school el ponchado, prendí y disfruté el sabor de la legalidad, pude oler el sabor de la libertad y la puestees del uso personal.
Ya con las ideas más lúcidas pude hablar y les dije a mis guías que tenía que ir a saludar a mis jefes de proyecto y avanzamos hacia Glassell Park, fue muy emocionante llegar y saludarlos. Les comenté que me sentía bien mariguano, pero que también me sentía robado, se me acercó Alice y me dio dos vape Alpine, uno sativa y otro indica, y me dijo “bienvenido a Los Angeles”. Minutos después llegó Abelardo y lo primero que me dio, antes de saludarlo, fue una bolsa con marihuana y papeles para forjar. What the Fuck, exclamé y me emocioné.
Llevaba tres horas en L.A. y ya estaba hecho, ya estaba armado, la vida me preparaba seis semanas de trabajo y recorridos marihuaneros.
Al otro día le escribí a un amigo que se encontraba viviendo en el triángulo esmeralda y le pregunté ¿qué onda?, respondió que ya no vivía al norte, que ahora se encontraba al sur, fue cuando le dije que me encontraba en Los Angeles. No se la creía y me pidió el nombre del hotel donde estaba hospedado, le dije que en mero Downtown y dijo que se bañaba y llegaba. Así lo hizo y, una vez arriba de su auto, sacó un extracto de antología, traía el néctar colector para en corto darle. Arrancó hacia Long Beach, bajamos por toda la costa hasta la ciudad donde vive, el condado más marihuano de todo Cali: Orange County. Fue un domingo de pachequez total que terminamos aplacándola con unos excelentes tacos de una food truck camino a L. A. Ya no lo volví a ver en el mes y medio que anduve por allá, pero fue grandioso toparlo; la última vez que lo había visto fue en la Trajinera Cannábica del 2019, antes de que se fuera a vivir al gabacho.
Después vinieron más dispensarios: Cookies, Jungle Boys, Med Men, Station Green y más, pero con el que me quedo como cliente es con el dispensario del Dr. Greenthumbs de los Cypress Hill. Me quedaba a 5 minutos de la casa donde me estaba quedando en esos días, el lugar es muy grande y hay como 200 Focus donde puedes ver y oler lo que ofrecen antes de decidir qué comprar. Mi primera vez me ofrecieron un descuento del 15 por ciento y, como ya había ahorrado un poco del varo que me daban de viáticos, me armé unos pre-rolls de agasajo, ya sabía que pedir: siempre algo del top 5, valiendo madres.
Pero de todo el viaje de trabajo a Cali me quedo con tres experiencias, la primera, el ser invitado a casa de Peter, por los rumbos de Santa Mónica, dueño de la marca de vapes Honey y creador del destilado de cannabis. Esa tarde no solo pude fumar de su mota de autocultivo, si no que me presentó al cultivador de culto conocido como Sherbinskis, creador de la famosa Gelato y otras strains de renombre mundial. El encuentro fue muy rápido, pero lo suficiente para conocerlo, saludarlo y salir con tres bolsas de cannabis de la Mochi y Bacio regaladas por el mismo Mario Guzmán, de ascendencia mexicana, y tres vapes de Blackberry OG de Honey.
La otra fue conocer y también recibir regalos de un editor de la revista High Times que vivía en el vecindario donde me encontraba en ese momento: Cypress Park; cabe decir que viví en cinco diferentes hoteles y en dos casas por todo el condado de Los Angeles. El encuentro fue espontáneo pues mi guía me pregunto si lo quería acompañar a recoger una pomada que uno de sus amigos le iba regalar, cuando llegamos a su casa salió y Oscar le dijo que me gustaba la cultura 420, dijo moment please y se metió a su casa y salió con una bolsa que contenía un vape con strain de Diablo OG de Heavy Hitters, una gomita N Fuzed sabor piña y una bolsa de carne con THC, producto nuevo recién salido de los laboratorios de Stoned Age Edibles Company y de una potencia de admirar.
Por último, fue muy grato saludar a Gerónimo, amigo que no veía hace 12 años y que fui a saludar a North Hollywood. Al llegar a su casa me esperaban unas strains que había elegido: Banana Punch y Banana Sherbe, y que disfrutamos junto a unas cervezas mexicanas.
Antes de dejar L.A. pude conocer y beber unas cervezas con Armando Gudiño, activista reconocido a nivel mundial por ser uno de los líderes que legalizaron la cannabis en California; me invitó a conocer granjas de cultivo de weed, pero ya no hubo tiempo. Tuve que dejar el condado y regresar a San Diego, donde me di el último toque que me sobraba. No quise tener problemas con migración y tiré ahí los cuatro vapes que llevaba conmigo antes de cruzar hacia Tijuana.
Llegué a CDMX y al llegar a casa me armé un toquesón de Shuy Farms, ya no fue igual, ya nunca será igual. Grande California. California Love.