A lo largo del descubrimiento y uso de las sustancias psicodélicas por parte de la humanidad se puede hablar de una multiplicidad de formas y objetivos de consumo, que pueden oscilar entre lo medicinal, lo recreativo, lo espiritual o lo científico.
Este texto pretende abordar y retomar –de entre tantas perspectivas de uso- aquella que define a los psiquedélicos como vehículos capaces de mostrar algo que resulta necesario para el crecimiento o evolución individual, no sólo atribuyendo la potencialización del crecimiento a las cualidades farmacológicas de la sustancia, sino a un factor determinante que depende única y exclusivamente de la consumidora o consumidor y del contexto en el que habita: nos referimos a la intención.
Para empezar, los agentes químicos (naturales o sintéticos) que actúan sobre el sistema nervioso central y ejercen su acción generando cambios temporales en la cognición, estado anímico, estado de conciencia y el comportamiento, son conocidos como psicodélicos, alucinógenos, psicotrópicos, psicotomiméticos o enteógenos, de acuerdo a las investigaciones del terapeuta, escritor y creador del proyecto plantasmaestras.net, José Luis López Delgado.
Es importante destacar que el uso de una u otra terminología para hacer referencia a las mismas sustancias, depende en gran medida de la inclinación teórica o política de los y las investigadoras.
De tal forma, la creación del neologismo “enteógeno” (lo que nos acerca a nuestro dios interior o que muestra nuestro dios interior) “obedece a la intención de los autores de desligar las plantas por ellos estudiadas, de las connotaciones de los términos alucinógeno (considerado impreciso y peyorativo) y psicodélico (ligado, de manera negativa, a la Contracultura de los años 60s)”, indica López Delgado.
Por otro lado, el psiquiatra Humphry Osmond, propuso en 1957 la palabra psychedelic y la define como aquellas sustancias que causan “enriquecimiento de la mente y un ensanchamiento de la visión” y coincide con las conceptualizaciones dadas por toda la literatura psicodélica, incluyendo la “expansión de la conciencia”.
En la investigación psicodélica se ha leído o escuchado hablar acerca de la preparación del viaje a partir de dos conceptos clave: Set y Setting. Si bien dentro de la literatura psicodélica y de la propia comunidad consumidora se ha abordado el tema ampliamente, es menester considerar su genealogía para observar la importancia de la preparación, donde incluiremos y destacaremos a la intención.
Set y Setting son elementos extra-farmacológicos que explican y demuestran que toda experiencia con sustancias psicodélicas se ve influida de manera concluyente por parámetros psicológicos, sociales y culturales. De tal forma, Set refiere al conjunto de cualidades internas que forjan al individuo antes de la experiencia: personalidad, deseos, ideología, preparación, expectativas e intención. Mientras que Setting alude al escenario o entorno físico y social donde se lleva a cabo la vivencia.
Tales conceptos aparecen por primera vez en el rubro científico en la década de los 60 a partir de las hipótesis de Timothy Leary, psicólogo y pionero en la investigación psicoterapéutica de los psicodélicos; sin embargo, en su artículo Constructing drug effects: A history of set and setting, el investigador de la Universidad de Harvard, Ido Hartogsohn, menciona que las raíces de la preparación para la experiencia encuentra sus inicios en la medicina ancestral basada en los rituales de sanación chamánica.
Con ícaros, guitarras, flautas, silbatos y humo, entre otros elementos, los chamanes y las curanderas, mediante su sabiduría y experiencia, aplican ciertos mecanismos para dirigir los efectos de las plantas, medicinas sagradas, de las que hacen uso.
En los encuentros con la Ayahuasca, por ejemplo, la preparación inicia semanas antes. Las personas que tendrán acercamiento con el brebaje, necesitan someterse a una dieta vegana, sin consumo de otras sustancias psicoactivas como marihuana o alcohol; además, tres días antes se restringe la actividad sexual incluyendo la masturbación. Así mismo, los elementos compartidos por las personas guías, son indispensables para el manejo de los mismos.
El antecedente directo de los postulados de Leary y de toda la escuela psicoterapéutica, son los aportes de algunos integrantes del Club des Hashischins, grupo parisino de poetas y literatos (entre los que destacan Charles Baudelaire y Alexandre Dumas) dedicado a la autoexploración de la conciencia a través del uso del hachís, sustancia que pudo llegar a Francia a costa de la colonización a Argelia en 1830, país de la África septentrional.
El poeta maldito, aseguró que el resultado de la experiencia sería positivo “si se encuentra en el entorno adecuado, como un paisaje pintoresco o un apartamento que ha sido decorado artísticamente, e incluso podemos esperar un poco de música”. A pesar de la infinita gama de acepciones sobre un “entorno adecuado”, todas con tinte claramente subjetivo, con Charles y el Club des Hashischins se establecieron por escrito las bases de lo que hoy podemos llamar “buen trip”.
En ese sentido, el Set y el Setting pueden conducir e incluso definir las experiencias de consumo. Es importante recalcar que los conceptos no se limitan a la investigación psicodélica, por lo que pueden referirse también a otras familias de drogas.
Está de más decir que la sustancia per se, en cuanto a calidad y cantidad, así como las combinaciones con otras drogas, afecta considerablemente; pero la hipótesis añade otras consideraciones no menos importantes (e incluso más determinantes que las primeras): a menor preparación del viaje mayor es la posibilidad de tener una experiencia negativa; a mayor preparación, menor es la posibilidad de tenerla.
Si prestamos atención a lo que las propias consumidoras y consumidores tienen que decir al respecto, podemos notar que sus experiencias positivas o negativas se vieron fuertemente definidas por su preparación anterior así como del ambiente donde experimentaron
Karina –nombre falso para proteger la identidad de la testigo-, es una joven que consume frecuentemente LSD. Ella relató dos experiencias completamente diferentes.
En la negativa, se encontraba en la casa de un amigo –al cual llamaremos Tomás-, algunas amigas y otros hombres completamente desconocidos. Cuando le “explotó” el cuadro, el hermano de Tomás la tomó sin consentimiento por la cintura. Antes de ello, Karina observó que él tenía trofeos y medallas de competencias de algún arte marcial. Tales detonantes fueron los creadores de una serie de interpretaciones sobre la imposibilidad de escapar de una trampa que -piensa- les pusieron los hombres ahí presentes para raptarlas.
Al preguntarle a Karina sobre cómo pude haber evitado su mal viaje, respondió:
“Pude haberlos evitado teniendo más confianza con la compañía, en especial gente que conocía, que haya visto más de una vez en mi vida o que mínimo haya sentido su vibra chida”.
“Con las personas con las que siento confianza mis viajes han sido a todo dar. Probé el DMT en compañía de un gran amor en la vida y estuvo genial; aunque fue muy poco tiempo, fue una de mis mejores experiencias. (…) También el que yo me encuentre tranquila emocionalmente siento que me influye mucho”.
Al respecto de la tranquilidad emocional, Carlo Solís, un joven estudiante de economía, contó tener un malviaje después de consumir un cuadro de LSD y fumar marihuana en el Bosque de Chapultepec. A pesar de sentirse en confianza con la persona que lo acompañó, mencionó que iba saliendo de una relación larga de donde se desprendieron pensamientos que terminaron en un viaje desagradable. ¿Cómo pudo evitarlo? Roberto responde: “Quizá hubiera esperado a estar más chido mentalmente, hubiera esperado más tiempo para poder superar a esa morrita”.
Hacia una intencionalidad del viaje
Como se dijo, el set es la mochila de nuestro viaje donde guardamos lo que necesitaremos en él: personalidad, deseos, preparación (incluyendo información adecuada y suficiente sobre la sustancia a consumir), estado anímico, expectativas e intención.
Intentio: determinación de la voluntad hacia un fin, enuncian a manera de consenso diccionarios como la RAE y Wordreference.com, al googlear “intención”. Algunos otros como TheFreeDictionary colocan el término en el mismo cajón que “propósito” o “fin”.
Intentar es el verbo de donde se sustantiva intención y se define como dirigir el actuar para lograr cierto propósito sin tener la certeza de conseguirlo.
Cuando intentamos algo es porque hay un deseo que queremos alcanzar o resolver un problema. Así, por ejemplo, cuando intentamos aprender algún idioma, lo hacemos porque debajo de nuestro aprendizaje subyace un deseo inmanente de leer a alguna autora o autor en su lengua materna, de conocer esa cultura o de viajar al lugar donde se practica. El deseo nos fija como propósito aprender el idioma, entonces, sólo resta trazar el camino y echarse a andar en él.
Quizá no nos lo preguntamos de manera explícita, pero detrás de la realización del intento residen ciertos cuestionamientos: ¿Cuál es el problema? ¿Qué voy a hacer? ¿Por qué lo voy a hacer? ¿Para qué? ¿Qué necesito para hacerlo? ¿Cómo lo haré? ¿Cuándo lo voy a hacer?
Y es que, como podría ser evidente, tales preguntas podemos retomarlas en cualquier circunstancia de nuestra vida, incluyendo los mismos viajes psicodélicos.
Sobre la base de las definiciones antes dichas, otorgarle intención a nuestro viaje es quizá una de las formas en las que más podemos aprender de él, es decir, de nosotros y nosotras mismas, por lo que antes de viajar, es importante llenar nuestra mochila de respuestas a preguntas tipo: ¿Cuál es mi objetivo al consumir tal psicodélico? ¿Qué quiero resolver o descubrir? ¿Por qué es importante el objetivo y para qué? Aunque claro, las primeras veces de consumo, al no tener conocimiento alguno de la reacción corpórea y mental frente al psicodélico, la curiosidad podría ser una buena intención de inicio.
Es importante recuperar la idea de que cada experiencia es tan diferente como cada subjetividad, por lo que quizá, en la navegación en nuestra conciencia, hallemos patrones conductuales o problemas que habíamos ignorado y entonces el proceso intencional sería inverso: la integración post viaje sería dar respuesta a tales circunstancias a través de las mismos cuestionamientos. O quizá no hallemos algo en sí, quizá sólo se disfrute plenamente de la sinestesia presente, la música y las texturas, todo depende de nuestra preparación y del ambiente.
Las respuestas no llegan de la nada
Tener la intención implica hacer el intento, es decir, trabajar en el viaje para alcanzar nuestro objetivo. Aunque también por ahí dicen “no te claves y déjate llevar por lo que experimentas” o no dibujes altas expectativas.
No cumplir el objetivo no es razón de frustración, el punto tanto de la intención como de “no clavarse” es poder aprender algo de ti mismo y misma, es enfrentarte desnuda y transparente frente al espejo en una revisión interior y una pausa reflexiva que permita el autodiagnóstico de lo que somos y lo que no somos, de lo que tenemos y lo que no, de lo que hacemos y de lo que podemos hacer, de nuestras incongruencias y del camino que podemos trazar para crecer, aunque ello implique un fuerte encuentro con las obscuridades de nuestra individualidad.
El potencial de las sustancias psicodélicas o los enteógenos radica ahí mismo: ayudar al crecimiento individual y colectivo. Claro está que alguien podría intencionar el viaje con el simple y mero objetivo de ver una película o de ir a una exposición de museo. Lo cual no es incorrecto.
Pero podemos permitirnos ampliar la perspectiva de consumo con un fin de autodescubrimiento para sanar aspectos donde haga falta hacerlo como seres humanos y sociales. En ese tenor, para poder sanar es imperativo sacar de la exclusión y criminalización social en el que se han clasificado a los psicodélicos para comenzar a visualizarlos y entenderlos también como medicinas. Una vez allí, podrá redireccionarse la intención y la preparación de la expedición hacia nuestros adentros.
Recientemente se han retomado a los enteógenos como parte fundamental del crecimiento de miles de personas, de ahí el auge que tienen las ceremonias de Ayahuasca, peyote y hongos psilocíbicos, pero también el incremento del consumo de las llamadas microdosis.
Diana, por ejemplo, es una chica de 22 años y ha consumido en múltiples ocasiones de su vida LSD. Relata que las veces en que lo ha experimentado, ha logrado ver aspectos de su vida que, si bien estaban muy presentes en su cotidianidad, “ciertos factores como mi arrogancia, mi egoísmo y una falsa concepción de mí misma no me dejaban atenderlos. El LSD (e infiero que otras medicinas psicodélicas) es en mi vida como un espejo en el que puedo verme con claridad, con mis virtudes pero sobre todo con mis vicios más lastimosos”. No por nada, Albert Hoffman (sintetizador del ácido lisérgico) lo llamó “Medicina para el Alma”.
Cuando se le preguntó al respecto de la preparación que tuvo antes de sus experiencias a las que Diana misma denomina “transformadoras” mencionó:
“Tuve una experiencia muy triste y peligrosa una vez que no preparé en lo absoluto el viaje. Estaba en Viveros de Coyoacán con personas a las que apenas les hablaba, encima traíamos un cuadro de LSD y leche cannábica. Con la presión policial y la sensación de no saber con quién estás o cómo regresar a casa, con el miedo de todo el peligro alrededor de ti, de que las personas se enteren de tu desconocimiento total y aprovechen para violentarte. De repente un ataque de paranoia, de repente despertar en la base de un semáforo siendo cuidada por la señora que vende aguas y dulces. No supe cómo llegué ahí ni qué pasó antes.
“Fue diferente en sobremanera a cuando consumí cuadro y medio mientras acampaba en Tepoztlan dentro de un campo seguro y amplio cerca de la naturaleza, con tu compañero de aventuras y sin policías cerca. Después del viaje sentí que la única razón poderosa que tenía para empezar de nuevo (en mi vida, con mi pareja, con mi familia, en la universidad, con mis proyectos abandonados) era, en primer lugar, sentir un profundo amor hacia lxs demás, que se proyectaba primero en mí misma. Pero no hubiera podido llegar ahí de no darme la oportunidad de planear y de comprender lo valioso que pueden que llegar a ser los psicodélicos para sanarme”.
Lo importante no es la experiencia psicodélica sino lo que haces después de ella
“Si alguien desea una buena salud, primero debe preguntarse si está listo para eliminar las razones de su enfermedad. Sólo entonces es posible ayudarlo“. Hipócrates de Cos
O en otras palabras: la curación no es para quien la necesita, es para quien está dispuesta a cambiar los hábitos que produjeron la enfermedad. Así lo apunta Guillermo Ruiz, creador del proyecto Ayahuasca México a través de su canal de Youtube.
Y sí, cuando se trata de cambiar no basta la concientización de los errores, los vicios y las enfermedades que logran visualizarse gracias a los enteógenos (o a cualquier otra forma elegida para navegar la conciencia), lo que importa es lo que las personas hacen con su experiencia, es decir, el cómo aplican en su vida cotidiana lo visto y lo vivido a lo largo de su expedición interior.
O como dijo Dania del Rivero, una mujer de 28 años que lleva consumiendo marihuana desde los 16:
“Reconocerme como usuaria ha sido un proceso de autoconocimiento, es decir, quién soy yo frente a la planta medicina y qué manera de relacionarnos tenemos la planta y yo. Cuándo, cómo, en qué contexto, con qué fin. Y de ahí viene la cosecha de lo que sembraste en el viaje: qué sentí, qué vi, qué me dejó, desde dónde miré esa creencia, cómo me sentía antes y ahora (...) y un larguísimo etcétera”.
Después de las ceremonias o el consumo (con un adecuado Set y Setting) se podría crear “un espacio limpio tanto para sembrar cosas nuevas como también un conocimiento de las cosas nuevas que pueden sembrar para que su vida sea diferente”, hablando sobre las ceremonias con Ayahuasca, continúa Guillermo.
Todas las intenciones de consumo son distintas y válidas, pero si tan sólo logramos encontrar en los psicodélicos un medicina que nos permita mejorar (según la definición de “mejora” de cada cual), cada vez que nos zambulléramos en los abismos de nuestra interioridad coadyuvados por un adecuado Set y Setting, encontraríamos las herramientas necesarias para eliminar -en la práctica de nuestra vida cotidiana- todos los obstáculos que impiden nuestro crecimiento. Y entonces, sólo entonces, no nos quedaría más que decir: MANOS A LA OBRA.