A Lu, por 21 años de vivencialidades mutuas 
A mis amigos de Happy Place y Coffee Shop 42

Esa mañana de celebración 420 era iluminada por un excelente sol de 27 grados centígrados, que el cuerpo, como las plantas de cannabis, recibía de la mejor manera, apropiándose de los beneficios de la iluminación. Nunca había asistido a este evento en el Plantón 420 de Insurgentes y Reforma, pero esa mañana recibimos una llamada y no pudimos decir que no. Quedamos de vernos antes de las 4:20 para encender ese Jeeter que Diana había comprado y guardado con tanta devoción; y es que no es fácil guardar ese tipo de preroll siendo quienes somos: marihuanos VIP.

Antes de llegar al festival pasé al Café 42 por mi respectivo pulque y para echar una miadita, después avanzamos por el Monumento a la Revolución y por la calle París salimos a Reforma. El hormigueo de gente que caminaba hacia la celebración era evidente y multitudinario –esto se va poner bueno, le dije a Lu que iba a mi lado.

La sincronización con Happy Place fue inmediata, la ofrenda que llevaba Diana guardada vio la flama. Tuve el privilegio de prenderlo. Pude sentir esos terpenos exquisitos sabor a piña en mi boca y garganta. Ahí, en el crucero de dos de las avenidas más conocidas de México, corríamos el joint de una manera etnoritual, el humo sagrado celestial se mezclaba con los cientos de porros prendidos en el corazón de la CDMX.  El efecto del toque fue inmediato: euforia, puestez, prendidez. Efectos que muy rápidamente se iban a convertir en miedo, confusión y desconcierto.

Según el cartel, a las 4 de la tarde iniciaba la función de lucha libre, por lo que les dije que nos moviéramos a un lugar donde pudiéramos ver bien, sin necesidad de tener que soportar la masiva multitud. Caminamos y metros a la derecha pudimos tener una vista privilegiada del ring. Aproveché para darle un trago al pulque que llevaba en la mano y me quedé viendo fijamente la gran cantidad de gente, fue cuando pude ver que algo estaba sucediendo frente a mí, vi que se abría la gente y lo primero que pensé y les dije a los demás: ¡ya se están peleando! Ví cómo la gente corría desesperada hacia la avenida Insurgentes, y cuando giré hacia donde se originó todo pude ver como venían hacia nosotros. No sé si fue mi alucín, pero escuché detonaciones, no sabía si eran de pistola, lo que sí es que ya todos corrían despavoridos hacia Reforma, donde nosotros estábamos.

Como estaba cerca de un muro de esos que abundan por ahí, le dije a mi esposa que se calmara y que no corriera, trataba de explicarme qué pasaba y regresé la mirada hacia el epicentro del problema. No pude ver nada que lo explicara, lo que sí ví fue gente huyendo a la voz, era como si hubieran aventado una granada y chingue a su madre el último. Muchos caían y se lastimaban rodillas o manos. Pude ver a un joven que se levantaba, llevaba la nariz muy lastimada, yo creo que tropezó y se fue de trompa, junto a él corría también una señora que al parecer era su madre. En ese momento pasaba una ambulancia, pero no tuvo el mínimo interés en pararse a pesar del tráfico que se había ocasionado por la estampida. Lo cierto es que todos corríamos por nuestras vidas sin saber por qué.

Por un momento pensé que toda era ocasionado por el efecto de ese preroll lleno de flor indoor premium, llamada Maui Wowie, que a su vez estaba infusionado con líquido de diamantes y empanizado con kief de 40.48% de puro y sativoso THC. Pero nel, si había sido una estampida humana, una psicosis colectiva producida por los efectos de la marihuana y, obvio, por los instintos de sobrevivencia. En el piso yacían los puestos volteados de la gente que vende chicharrones, frutas y aguas. Otros trataban de regresar a sus mochilas, que tuvieron que olvidar por salir corriendo; por mi mente se cruzó el recuerdo de cuando en los conciertos masivos de CU la banda aventaba el slam hacia los grupos de estudiantes que amontonaban sus mochilas y que salían juidos por el desmadre, llevé mi mano a la mochila que cargaba en la espalda y aún la traía, ¡que pachequez!

Cuando ví que todo se había tranquilizado, y que ningún policía de los que caminaban por ahí hizo panchos, le llamamos por teléfono a nuestros amigos que huyeron despavoridos. Y bueno, como somos aferrados, decidimos quedarnos en un lugar más tranquilo y nos posicionamos en la banqueta del Congreso, desde donde podíamos escuchar el sonido producido por el Sound System que ya sonaba en ese momento. Recuerdo que era un poco antes de las 4 pm porque les pregunté a Diana y Fede si podían ponchar dos toquesitos de una Ice Cream de indoor que traía –para prendernos a las meras 4:20. Pues en esas estábamos cuando vimos que venía hacia nosotros una segunda estampida, quise huir de manera rápida del lugar y casi piso a una mujer que estaba en el suelo acostada tratando de recuperarse de una lesión sufrida en la anterior corredera. Como pude la esquivé y traté de ponerme atrás de un árbol para observar qué la había provocado ahora, no pude ver nada nuevamente, sólo escuche a unas personas decir que la banda ya estaba bien alterada y que, al escuchar los sonidos de sirenas que ponen los Selektas de los Sound Systems, se habían echado a correr pensando que había llegado el apañón. Ya solo me reía y pensaba –pinche banda, ya andamos bien mariguanos. Y de pronto, mientras trataba de aterrizar la pachequez, que se deja venir la tercera estampida. What the Fuck?

Esa tarde ya parecía una película de tragicomedia. Justo cuando gritaron por el micrófono que eran las 4:20 pude ver una gran cantidad de humo que se elevaba a las alturas, miles de gallos eran ofrendados a Shiva y a Bob Marley. Para entonces la avenida Reforma, con dirección al Ángel, era cerrada a la circulación vehicular. Les dije a todos que nos pusiéramos ahí para tener nuevamente la vista panorámica perfecta. Fue donde nos tocó la peor de todas, la que desde mis coordenadas fue la peor: la cuarta estampida. Y eso que ya llevábamos experiencia de las tres pasadas, la gente salió corriendo como si esta vez sí hubiesen arrojado otra granada, yo en mi viaje imaginaba a un senador desquiciado y harto de la política disparando enloquecido, pero ni madres que vi algo. Por la noche, por las imágenes amarillistas de la TV, me enteré que se habían peleado, pero no entendía por qué corrían; en mis tiempos solo se corría cuando había balazos o se te dejaba venir el slam, pero ahora los efectos de la juanita se han remarcado en nosotros los usuarios: paranoia, alucinación y delirio de persecución. Yo dije –chale, y en corto mejor nos movimos, cuando alcance a escuchar a Fede que decía –aún no estamos preparados.