Cada 28 de junio, se conmemora internacionalmente el Día del Orgullo LGBTTTIQA (lesbiana, gay, bisexual, transexual, transgénero, travesti, intersexual, queer y asexual) para reivindicar las disidencias sexuales que, rebeldes a la heteronorma, exigen respeto y dignidad política, económica y social; sin embargo, a pesar de algunas victorias alcanzadas en estos terrenos, aún falta mucho por hacer en materia de salud y sustancia psicoactivas.
El Día del Orgullo o también conocido como Pride, nació de una confrontación el 28 de junio de 1969 entre personas del ahora colectivo con la policía en un bar neoyorquino titulado “Stonewall Inn”, el cual era concurrido por personas gays, lesbianas, travestis, transexuales y transgénero, haciendo del lugar una trinchera política en un contexto donde la represión y la discriminación a este sector era cotidiano.
Es conocido históricamente como “Los Disturbios de Stonewall” aunque no se trató como tal de una simple redada, sino de un acto de rebeldía contra los constantes hostigamientos homo y transfóbicos por parte de los agentes policiales, quienes arrestaban y golpeaban constantemente a quienes visitaban el bar.
Actualmente, la conmemoración y celebración de la rebelión en Stonewall, se realiza de manera multitudinaria en todos los países del mundo y suele posponerse al sábado anterior o posterior del día original.
Comunidad LGBT+ y sustancia psicoactivas
Cuando se habla de prohibicionismo, es necesario entenderlo como un paradigma que no afecta de manera igualitaria a todos los sectores sociales e individualidades, sino que los atraviesa de formas diferentes, en mayor o menor medida, de acuerdo a una serie de factores que pueden ir de lo económico, lo cultural hasta las propias identidades de género.
Al afectar a todos los grupos sociales, podríamos decir que dicho paradigma también responde a ciertas estructuras de poder como el patriarcado o la heteronormatividad.
En el día del orgullo LGBTTTIQA, queremos reflexionar sobre la importancia de hablar de drogas y reducción de riesgos con perspectiva de género, porque hablamos de un grupo específico con necesidades informativas de igual forma específicas.
Una de las propuestas que surgen como alternativa para hacer frente al prohibicionismo, son las estrategias en reducción de riesgos y daños y gestión del placer, las cuales han tenido impactos favorables en países como Colombia, con Échele cabeza cuando se dé en la cabeza; España, con Energy Control y México, con el Programa de Análisis de Sustancias (P.A.S.)
Sin embargo, así como las personas usuarias de sustancia psicoactivas tienen ciertas necesidades con respecto a la población en general, no todxs lxs usuarixs pertenecen a los mismos contextos ni son, mucho menos, la misma persona a la cual hay que darle siempre la misma información monolítica.
Resulta necesario entender que hay diferencias en las experiencias de consumo en las mujeres, los hombres o en cualquier otra identidad de género ya que de acuerdo a ellas, puede minorizarse todo riesgo asociado al consumo aumentando los niveles de disfrute.
De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la población LGBTI+ presenta mayores tasas de consumo de sustancias psicoactivas que la población en general y las razones varían entre sí.
Dichas razones, de acuerdo a una encuesta realizada por Espolea en 2015, se dividen de acuerdo a hombres/hombres trans y mujeres/mujeres trans, concluyendo que las tres razones principales de consumo para el primer grupo son:
1. Para sentirse relajados
2. Para desinhibirse
3. Para tener sexo más placentero
Mientras que las razones principales para las mujeres y mujeres trans, son:
1. Para sentirse relajadas
2. Para alejarse de la realidad
3. Para tener más energía
Las razones de consumo determinan el tipo de sustancias elegidas. Mientras que el primero grupo prefirió cocaína, poppers y cannabis, para el segundo sus drogas predilectas fueron cannabis, MDMA/tachas y LSD.
Al respecto de los comportamientos de riesgo donde las políticas públicas y la iniciativas sociales tendrían que tener mayor injerencia, encontramos que el 35% de los hombres gays y bisexuales respondieron tener más parejas sexuales cuando se encuentran bajo los efectos de alguna sustancia, así mismo el 38% alguna vez olvidó o no le importó utilizar condón al tener relaciones sexuales en ese estado, lo cual podría implicar un riesgo en la transmisión del VIH.
En cuanto a las mujeres lesbianas y bisexuales, el 20% tiene más parejas sexuales cuando consume sustancias.
Si bien el trabajo de Espolea no es representativo a nivel nacional por la falta participación de otras divergencias de género como personas queer, intersexuales o asexuales así como llevarse a cabo de manera digital, sí muestra un acercamiento de las condiciones de consumo de esta población.
Otra de las problemáticas del estudio, es su antigüedad. Han pasado cinco años después y todavía no se han podido realizar encuestas contemporáneas sobre sus prácticas de consumo porque permea una visión heteronormativa donde lo divergente es excluido, estigmatizado e invisibilizado.
Sin duda, una de sus mayores consecuencias se localiza en el ámbito de la salud, dado que la falta de medidas de prevención adecuadas para lxs usuarixs LGBT+ que les permitan ampliar sus posibilidades de vida y de disfrute, no se ejecutan o, en el peor de los casos, se desconocen.
Un ejemplo de medidas de reducción de riesgos para este sector, podría ser la difusión de la Proflaxis PostExposición (PEP)* y el aseguramiento de su abasto para trans que usan drogas, ya que se encuentran en un riesgo particular de adquirir VIH por su prácticas de consumo para tener relaciones sexuales, pero también por el abuso sexual al que pueden estar expuestxs.
La lucha por políticas más inclusivas donde exista pleno respeto a las identidades, no debe formar parte de un discurso político que busque clientela electoral, debe garantizarse en la práctica, atendiendo con perspectiva de género las diferentes necesidades y contextos de consumo que permitan a todas las orientaciones e identidades, vivir y disfrutar con dignidad.
*De acuerdo a Espolea, la Profilaxis PostExposición (PEP) es tratamiento antirretroviral recomendado a personas que pueden haber estado expuestas al VIH. La PEP se puede comenzar a administrar hasta 72 horas después del evento donde una posible transmisión pudo ocurrir. El tratamiento tiene una duración de un mes y una efectividad de más del 90%, sin embargo, no está disponible ampliamente en México.