Llegó. El día tan esperado (y temido para algunos) llegó. La ciudadanía eligió, de entre cuatro opciones, la que a su parecer era la decisión correcta. La aparente oposición arrasó a los partidos de continuidad, y aunque sean leves, se respiran aires de cambio. Entonces, ¿qué sigue para los pachecos?
Por un lado, resulta desalentador que ninguno de los entonces candidatos se haya posicionado por la regulación de nuestra planta favorita. Esto, por lo polémico y tabú que caracteriza al tema, pudo haber resultado en una pérdida de votantes. Ahora, queda ver cómo se re-configura el tablero y dónde caen los intereses.
Sin embargo, es difícil imaginar que el tema no regrese a la agenda nacional. En primer lugar por la presión internacional que supone la legalización de la marihuana con fines personales en Canadá y algunos estados de Estados Unidos, así como su posible reclasificación a nivel internacional. Pero sobre todo, por la imperante necesidad de cambiar la política de drogas.
El desastre de la prohibición es una historia ya muy contada: niveles de violencia insostenibles, un mercado negro dominado por grupos criminales, y un aumento sostenido del consumo (en especial entre menores de edad). Además, un posible cuarto amparo a favor del uso personal del cannabis está a la vuelta de la esquina.
Por ello, nos unimos al llamado de vigilancia por parte de la sociedad civil en la construcción de políticas públicas más justas para todos. Desde el Movimiento Cannábico Mexicano, las principales demandas son las siguientes:
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Alto a la criminalización de los usuarios. Para ello, se debe dejar de perseguir y castigar el cultivo doméstico para consumo personal y la posesión simple.
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Espacios de consumo: donde los consumidores puedan reunirse y consumir.
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Servicios de atención en salud: para los usuarios que puedan presentar consumo problemático para esta u otras sustancias. Libres de discriminación y estigma.
¿Qué sigue para los pachecos? Lo que hemos hecho desde que somos pachecos responsables: informarnos, exigir, y organizarnos. Continuar con la presión a nuestros gobernantes, así como construir desde abajo. Y, por supuesto, pasar el gallo.