Este es un problema al que todo consumidor habitual se enfrenta, y tiene que ver con una de las características fundamentales de toda sustancia psicoactiva: la tolerancia de nuestro cuerpo. En pocas palabras, cuando la mota deja de poner como antes se debe a que tu cuerpo se habituó al actuar de los cannabinoides. Para efectos de este posteo, nos vamos a referir en su mayoría al THC.

Cada organismo es diferente, pero sin duda alguna después de un tiempo los efectos del THC en tu cuerpo disminuirán conforme te habitues al consumo. Esto es porque, ante la abundancia de este compuesto en tu sangre, los receptores con los que interactúa (CB1) dejan de estar disponibles para “recibir” las moléculas.

Por ello, sin importar cuánto fumes, el efecto no será el deseado. ¿Qué hacer ante esto?

  • Probar otras cepas: Aún no existe evidencia que soporte esta afirmación, pero entre la banda pacheca es algo bastante conocido. Si usas otra cepa o variedad de flor, tu cuerpo la reconocerá como otra sustancia y los efectos serán más perceptibles.

  • Variar el método de consumo: de nuevo, otro tip que se pasa de voz en voz. A un servidor le funciona pasar del gallo, al bong, a la pipa y viceversa. También se recomienda probar diferentes horarios o situaciones dentro de tu rutina diaria (siempre que no pongan en riesgo tu seguridad).

  • Usar extractos o concentrados: obvio, pero vale la pena mencionarlo. Claro que consumir cosas más fuertes (rosin, wax, moonrocks, etc.) es una forma de evitar la tolerancia, el problema es que tarde o temprano nos habituaremos también a estas altas cantidades de THC, por lo que se trata de una medida temporal.

  • Pausa de tolerancia: conocida en inglés como tolerance break, es el método más efectivo pero el menos popular. La idea es dejar de consumir por un periodo que va desde unos días hasta meses. Ya que cada organismo es diferente, no hay regla o tiempo específico, más bien involucra un proceso de autodescubrimiento y disciplina para conocer lo que mejor nos funciona.

Por último, conviene relfexionar nuestra relación con la planta, pues si bien la dependencia como tal no es posible, hay que repasar nuestro hábitos constantemente. Después de todo, la planta sí tiene el potencial de mejorar nuestras experiencias cotidianas y nuestra calidad de vida, pero esto se alcanza con un consumo responsable y consciente.