Me invitaron a presentar el libro Mujeres y psicodélicos: Descubriendo las voces invisibles*. Debido a mi falta de tiempo me fue imposible leerlo completo antes del evento, por lo que decidí centrarme en 2 de los 44 textos que recopilan sus páginas.

El primero lo escogí por morbo. Cuando estudiaba en la Escuela de Escritores de la SOGEM, me dejaron de tarea analizar el primero de Los diarios de Anaïs Nin, donde relata su triángulo amoroso con el escritor Henry Miller y su mujer June. Quise saber más de ella cuando leí en el índice: “Anaïs Nin. Gurús que se comportan mal y el valor de los chismes”, de Alexis Turner.

En opinión del autor, los diarios son un regalo especial para el historiador porque no estaban destinados a ser públicos, lo que los hace más confiables. Aunque en el caso de Anaïs, Turner recomienda prudencia, ya que ella “odiaba tener que depender de sus maridos” y su escape fue vender sus diarios. 

Foto de Anäis Nin.
Foto de Anäis Nin.

El chisme realmente me atrapó cuando vi que el gurú en cuestión era Timothy Leary. En la página dedicada al LSD en mind-surf.net cuento cómo literalmente él fue mi gurú atravesando el tiempo y la distancia, cuando seguí sus instrucciones leyendo paso a paso una sección de su libro Your brain is God (Tu cerebro es Dios), durante mi primer viaje con LSD. Realmente amo a Leary desde entonces. 

Posteriormente he leído un montón de críticas sobre él que me han hecho ver las sombras de su luz. Aun así, nada va a invalidar el servicio que me prestó en esa experiencia cambiavidas que tuve gracias a sus instrucciones, por lo cual me emocioné al pensar que estaba a punto de saber algo más acerca de su vida sexual, pero resulta que no fue amante de Anaïs, sino de su amiga Virginia, que también estaba casada y en ese tiempo tenía no uno, sino dos amantes: Leary y otro violento llamado André que la golpeó cuando se enteró de que había un tercero en el ajo. 

Para Anaïs, Timothy era el “líder de una secta” y vivía “aislado de todo y de todos”. No le sorprendió saber que se quedó dormido a pesar del barullo y no defendió a su amiga del ataque. En sus diarios lo consideró una “clara señal de sordera emocional”. Turner se pregunta:

¿Cuándo deja un gurú de serlo? ¿Deberíamos confiar en una persona que dice que dar psicodélicos a todos resolverá los conflictos políticos, cuando esa persona ni siquiera puede mantener su habitación en paz? *

¿Y quién es Turner para preguntarse eso? Pensé yo. La Wikipedia me respondió que trabaja en el departamento de Historia de las Ciencias en Harvard. Su página web dice que su investigación actual se centra en “las batallas públicas sobre el LSD como tecnología médica y política en los Estados Unidos.”

Ok, con eso entiendo por qué el texto de Turner recalca también entre sus chismes que en aquella época Leary realmente estaba faltando a sus clases en Harvard y fue eso lo que provocó su expulsión, como explicó la universidad y nadie le creyó…

Portada de libro.
Portada de libro.

Para contrastar, decidí que fuera la sincronicidad y no el morbo quien escogiera mi segunda lectura. Hice papelitos con los números que asigné a cada texto, le pedí al universo que me escogiera una lectura útil y divertida y saqué al azar el 8, correspondiente al apartado de las mujeres pioneras, escrito por Chris Elcock: “Nina Graboi, una mujer olvidada en el saber psicodélico”.

La web de chakruna me informa que Chris Elcock es un galardonado historiador independiente de psicodélicos que recientemente cofundó la Sociedad Psicodélica de Lyon y está terminando un libro sobre la historia de los psicodélicos en Nueva York.

Comienzo a leer el texto y ¿adivina quién era un súper amigo Nina Graboi? ¡Sí, Timothy Leary! De hecho él le ofreció trabajo como directora del local neoyorquino de su religión psicodélica y ella aceptó encantada.

En su autobiografía (One foot in the future, Un pie en el futuro) Nina cuenta cómo escapó de la persecución judía junto con su esposo, se fueron a vivir a Long Island, tuvieron dos hijos y emprendieron un negocio textil exitoso que con el tiempo les permitió vivir el sueño americano, con jardinero, niñera, ama de llaves, mayordomo y desayuno a la cama incluido… Pero ella estaba aburrida de su vida, leyendo el Times se enteró de la existencia de Timothy Leary y el LSD. Así lo resume Elcock: 

La odisea de Graboi ofrece un relato íntimo de una mujer que comprendió plenamente el poder transformador de la experiencia psicodélica. Antes de su exploración psiconáutica admitía abiertamente ser de clase media y ajustarse a los estereotipos de género de su época. Pero después de tomar el ácido su perspectiva sobre la sociedad de la postguerra cambió radicalmente: “Lo que una vez había tomado por realidad, ahora parecía un sinsentido. Las hipocresías y los engaños en los que yo, como la mayoría de la gente, había pasado mi vida, estaban desnudos ante mí.” A raíz de esa experiencia cerró su cuenta bancaria y se divorció de su esposo…*

Y sí, se fue a trabajar con Timothy en Manhattan, como directora del Centro de la Liga para el Descubrimiento Espiritual, mejor conocida como el cuartel de la religión psicodélica de Leary. Allí se dedicó a dar charlas sobre espiritualidad psicodélica, a preparar a aquellos que estaban decididos a probar psicodélicos, desanimar a aquellos para quienes podrían ser perjudiciales y aconsejar a aquellos que estaban tratando de integrar sus experiencias. Había clases diarias de meditación, música hindú, incienso y una máquina de luz. Pronto se convirtió en el centro de la contracultura neoyorkina.

El relato termina con una reflexión acerca de la participación de las mujeres entre los pioneros del movimiento psicodélico. Aunque la historia principal no se haya contado desde sus voces, los relatos están allí, esperando a ser leídos, como estos.

CONTINUARÁ…

* Dyck, E., Farrell, P., Labate, B. C., Cavnar, C., Gabriell, I. y Assis, G.L. (eds.). (2022). Mujeres y psicodélicos: Descubriendo las voces invisibles. Lunaria/Instituto Chacruna.

Más información en: www.mind-surf.net/drogas/lsd.htm