En Chihuahua, el Movimiento Cannábico ha demostrado que la organización ciudadana puede transformar lugares públicos en espacios seguros para la comunidad de usuarios y la criminalización de las autoridades en una oportunidad de diálogo.

Miguel Chacón, vocero del MCCUU, cuenta que su activismo comenzó con una detención arbitraria que lo llevó a conformar el colectivo que se ha convertido en una de las experiencias locales más sólidas en defensa de los derechos de las personas usuarias de cannabis; “de repente entendimos que la Corte nos daba la razón y que no podíamos quedarnos callados. Éramos apenas un puñado de mariguanos en Chihuahua, pero decidimos organizarnos en serio”, recuerda el activista.

Fue a partir de la Declaratoria General de Inconstitucionalidad cuando el colectivo comenzó a manifestarse en espacios públicos. Primero en la Plaza del Ángel, después en el Parque Teporame, más tarde en la Plaza de Armas frente a la Catedral, y posteriormente en el Parque Batalla del Carrizal. Desde hace dos años su punto de reunión es la actual Plaza Cannábica Independencia, ubicada en la calle Independencia y Paseo Bolívar, en un parque gentrificado donde, contra los pronósticos de las autoridades, la convivencia con vecinos y comerciantes ha sido pacífica y el espacio se ha mantenido. En estos años, el colectivo ha sostenido más de 140 sesiones programadas, las cuales se realizan los días sábado, de 4 a 8 pm, y jueves -de considerarlo necesario-, de 6 a 8 pm; para ellos, la constancia ha sido clave: “La costumbre también se convierte en un derecho”, afirma Chacón.

En estas sesiones “las personas saben que pueden fumar sin miedo a detenciones ni hostigamiento”, para ello existen reglas claras como la prohibición de la venta, la violencia y el acoso. “No es un espacio para acosar, para obligar a compartir o para violentar. Son principios, no opiniones, y no están sujetos a votación”, enfatiza el vocero.

A seis años de su creación solo un accidente ha marcado la relación con las autoridades: la detención de dos activistas con discapacidad durante una protesta. “Fue una detención controlada porque sabíamos que la policía llegaría a hostigar, esa vez no estaban en la manifestación los de la Comisión de Derechos Humanos y [a los compañeros] se los llevaron. Después logramos que se reconocieran como detenciones ilegales”, recuerda Chacón. 

La estrategia del movimiento ha sido insistente: avisos semanales a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, denuncias en asuntos internos y sobre todo, la firme postura de que fumar mariguana en la vía pública es también una forma legítima de protesta.

Otra de las experiencias destacadas del MCCUU es el acompañamiento legal a distancia a través de un grupo de WhatsApp, en el que cualquier persona puede recibir asesoría gratuita para tramitar su autorización de consumo. “Ya hemos ayudado a cientos en Chihuahua, la comunidad misma responde en minutos cuando alguien pregunta cómo avanzar en su trámite”, señala el vocero; quien también asegura que la solidaridad y la información compartida se han vuelto herramientas de resistencia frente a la burocracia. 

Chacón cuenta que han aprendido que la diversidad es fortaleza y el MCCUU ha desarrollado distintas formas de activismo que se organizan al interior del colectivo, pero que de manera independiente se vinculan con otras luchas sociales; mientras que Mujeres 420 se ha consolidado como colectivo hermana, las vertientes LGBT, antirracista y ambientalista funcionan como ramas vinculadas al movimiento.

Frente a la autoridad, su estrategia ha sido la resistencia pacífica. Hoy el reto es lograr que sus espacios de consumo sean reconocidos oficialmente, como ocurre en la Ciudad de México.

El activismo del MCCUU nos deja lecciones claras: la organización, la constancia y la solidaridad pueden construir lugares seguros y libres de estigmas. “Somos un puñado de valientes que se atrevió a ponerse bajo el escrutinio público”, concluye Chacón.

Esta experiencia local muestra que la lucha por la dignidad de las personas usuarias de cannabis es posible en Chihuahua y que, como en tiempos de la Revolución Mexicana, también puede convertirse en un ejemplo de resistencia para el resto del país.