Los usos rituales y religiosos de especies como el ololiuhqui, el toloache, el peyote o los hongos con psilocibina fueron descalificados por la Inquisición y otras autoridades coloniales de la Nueva España (1521-1810). Sin embargo, las aplicaciones terapéuticas que más se apegaron a la medicina de Occidente de aquellos tiempos fueron mejor aceptados y quedaron varios registros en códices, tratados, edictos y otros documentos históricos.

Por ejemplo, en el Códice Florentino, Fray Bernardino de Sahagún describió entre las “hierbas que emborrachan” la coatlxoxouqui, u ololuhqui, como una semilla que hace ver visiones, pero que aplicada cutáneamente podía resultar útil para curar la gota y aliviar dolores. Asimismo, este fraile franciscano aludió a especies de hongos alucinógenos que eran llamados teonanacatl, los cuales, comiéndolos en poca cantidad, también podían ser útiles contra la gota y para tratar las fiebre.

Representación del ololiuhqui. Códice Florentino.

Otro planta con importantes usos medicinales es el toloache, una especie con fuertes propiedades delirógenas y que pertenece al género Datura; en el Códice de la Cruz Badiano es llamado tolohuaxihuitl y se recomienda en emplastos  mezclado con otras hierbas para desinflamar ganglios y para curar varios dolores.

Representación del tolohuahihuitl y nexehuac. Códice Badiano.

Por su parte Francisco Hernández, quien fue un médico nombrado por la corona española durante el siglo XVI para conocer los recursos  del Nuevo Mundo escribió la Historia Natural de la Nueva España. En este texto también mencionó al ololiuhqui, el cual dijo era usado por los indígenas para “ver figuras demoníacas y fantasmas”, pero que untada podía servir para calmar dolores. Además, Hernández aludió al peyote como una planta de la región de los chichimecas que era utilizada en la adivinación y para curar los dolores de las articulaciones.

Además de estas aplicaciones externas por medio de pomadas u otros ungüentos estas plantas y hongos psicoactivos podían servir para conocer el origen de un desequilibrio o enfermedad mediantes los efectos obtenidos al ingerirse. Los curanderos u otros especialistas de la medicina consumían peyote, ololiuhqui u otra especies para poder comunicarse con el mundo sobrenatural, encontrar la etiología de un padecimiento y ayudar a sanar al enfermo. Sin embargo, estas prácticas no resultaron del agrado de los españoles, se consideraron como supersticiones o idolatrías y fueron prohibidas, ya que se pensaba que mediante el consumo de estas plantas el demonio se comunicaba con los indígenas.

Representación del ololiuhqui. Hernández, 1957.
Representación del ololiuhqui. Hernández, 1957.

Sin embargo el empleo tópico o externo de alucinógenos o delirógenos naturales con fines terapéuticos fue mejor aceptado, justamente porque no se hacía uso de sus propiedades psicoactivas, sino de otras de sus aplicaciones sobre el cuerpo, como las antibacterianas, antiinflamatorias y sobre todo para calmar el dolor. De hecho, estas aplicaciones cutáneas son de las que más se preservan hasta la actualidad, como la preparación y aplicación de pomadas de peyote o el uso del toloache colocado sobre las heridas, entre otras continúan siendo parte de las prácticas de la medicina popular en diversas regiones de México.  

 

Fuentes: 

SAHAGÚN, Bernardino,  Códice Florentino. Edición facsímil del manuscrito de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea Laurenziana. Gobierno de la Republica Mexicana, México, 1980.

CRUZ, Martín de la,  Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis: manuscrito azteca de 1552, FCE, IMSS, México, 1991.

HERNÁNDEZ, Francisco, Obras Completas. Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1957.

 

Imágenes:

  • Representación del ololiuhqui, Códice Florentino, f. 129.

  • Representación del tolohuaxihuitl y nexehuac, Códice Badiano, f. 29.

  • Representación del ololiuhqui, Hernández, Francisco, 1957, p. 73.