Como casi todo lo humano, el problema de ser madre no inicia en el acto biológico que lo genera, sino en el molde sociocultural al que debe adentrarse la mujer; un deber ser inamovible, universal y por ende, absoluto.
Sin embargo, en la efervescencia de las luchas feministas en diversas latitudes del mundo, con diferentes matices y demandas, cada vez se enuncian con potencia las experiencias de mujeres que narran en primera persona la maternidad, tan diversa como ellas mismas. Tal es el caso de las maternidades cannábicas, mujeres que desde la reivindicación de su autonomía, eligen al cannabis como una fiel acompañante de sus tareas diarias.
Por lo menos hasta hace unas décadas, el ideal de la maternidad se localizaba en el seno del concepto de mujer –en equilibrio con el de feminidad- como si su naturaleza concibiera su realización máxima al ser madre.
Rosario Castellanos, cultivadora de ideas escritas en el siglo XX, ya evidenciaba desde su discurso La abnegación: una virtud loca que "la mujer mexicana no se considera a sí misma, ni es considerada por los demás, como una mujer que haya alcanzado su realización si no ha sido fecunda en hijos, si no la ilumina el halo de la maternidad”.
Con la definición del ser mujer como sinónimo de maternidad, la pedagogía cultural creó prácticas y discursos en los que las mujeres no tenían valor o importancia social más allá del embarazo, el parto y la crianza de sus hijxs. Toda actividad debía tender a ello asegurando que el mandato patriarcal de la maternidad permitiese la descendencia familiar y con ello, la reproducción del orden de cosas. La exigencia, no obstante, no sólo radicaba en tener hijxs sino ejecutar sin trabas el ideal materno.
Madres perfectas, de total abnegación y amor incondicional que encuentran en el sacrificio y entrega hacia lxs demás el estado máximo de felicidad y orgullo. Madres, ejemplos de bondad y pureza cuyo mayor placer es amar más que ser amada. Madres santas, madres benditas, madres inequívocas… o se es madre perfecta o se es mala madre.
A pesar de la antigüedad del concepto el cual también tiene cabida principalmente en la literatura bíblica en donde la Virgen María, por ejemplo, sólo tiene valor en el discurso religioso por ser madre, hoy permanece activo adoptando diferentes formas de acuerdo a las dinámicas vigentes.
La penalización del aborto, por ejemplo, podría considerarse un caudal del mismo río dogmático sobre el ser madre y la identidad misma de la mujer; el no tener derecho a crear desde la autonomía nuestra identidad en cuanto a lo que hacemos, decimos y sentimos, es uno de los mayores obstáculos dentro de las sociedades patriarcales.
Bajo la canonización de la maternidad, las mujeres que deciden ser madres se enfrentan a una persecución social presionándolas a cumplir el ideal antes dicho, pero cuando se trata de mujeres madres y usuarias de cannabis, la persecución y la presión aumenta en sobremanera.
“Los estigmas y prejuicios por ser mujer cannábica ya son bastantes y siendo mamá me he topado con que me digan que ya estoy grande para seguir experimentando, el no poder hablar sin tapujos de que fumo porque aunque mis papás lo sepan aún les pica cuando lo hablo; en la escuela de mi pequeño con la maestra porque él platicó que usaba marihuana para sus piernas, ella quiso asegurarse que estuviera bien, cuestionaron mi lucidez para cuidarlo”.
Así lo narra Nelly, una mujer de 29 años de edad, quien se dedica a aplicar uñas acrílicas, hacer manualidades, hornear y vender dulces en una escuela para ganar ingresos. De manera autodidacta se dedica a dibujar y pintar y aunque no lo haga profesionalmente, confiesa que le gusta muchísimo hacerlo.
“Empecé a fumar en la adolescencia por querer saber qué se sentía y pues no me gustó eso de tener que esconderme. Es hasta que mi pareja y yo lo retomamos hace casi 8 años y desde hace 5 soy consumidora regular”.
Las madres cannábicas, no sólo son juzgadas por ser consumidoras sino que, incluso, se les niega su capacidad de crianza y cuidado responsable de sus hijxs. Como siempre, hay una diferencia entre los consumos de las mujeres con el de los hombres, así lo dijo María M. en un conversatorio sobre la importancia de visibilizar a las maternidades cannábicas, llevado a cabo el sábado 27 de junio en el marco del Tercer Festival Apoye No Castigue:
“Cualquier padre de familia puede ponerse una peda bien buena e incluso puede generar violencia intrafamiliar por el abuso de alcohol y no pasa nada, es de cierta manera normal”.
Se ha visto que el alcohol, tanto por sus características farmacológicas, las condiciones psicosociales de su consumo y una cultura fuertemente machista, aumenta los niveles de violencia doméstica; sin embargo, la madre consumidora de cannabis es criminalizada a pesar de encontrar en la planta una compañera para el disfrute personal y para su mejoramiento como madres.
“Sí se puede ser consumidora responsable y cumplir con mi día a día. No, ser ‘marihuana’ no me hace menos mamá o menos mujer, me ayuda a mantener mi ansiedad en niveles bajos (…). Me brindó la seguridad de encontrar amigues de verdad que no me juzgan por no ser la ‘mamá del año’, me acercó al feminismo y me ayuda a terminar el día cuerda, porque ser mamá es súper desgastante y me ayuda a ser más paciente con mi pequeño”, respondió para La Dosis Nelly, al preguntarle sobre la relación que ha construido con la planta y cómo ésta es una buena aliada en los procesos con su hijo.
“Me encanta fumar y ponernos a jugar a lo que sea, lo disfruto y me relaja, las tareas escolares de la pandemia son otro gran ejemplo. No soy maestra y fumar me ayudaba a no enloquecer por no saber cómo enseñarle”, finalizó.
Beatriz Gimeno, activista lesbofeminista y escritora, señaló en una conferencia en 2014 que cuando la mujer amenaza los roles tradicionales de género mediante la organización política, las madres también suben a la palestra para reivindicar sus derechos. A lo largo de sus investigaciones, Beatriz concluye: “la historia de la maternidad es la historia de cómo las mujeres se han resistido a la maternidad”. Es decir, una sublevación nacida del cuestionamiento asiduo al discurso de lo materno como mandato patriarcal.
Hoy, con fuerza rebelde feminista, las madres también están cuestionando por qué se les ha privado y limitado su derecho al placer, a la creación de su identidad y a la libertad de gestionar la crianza de formas diversas. Y es aquí donde toman posición las madres cannábicas, tanto como consumidoras como autocultivadoras, otra vertiente de mujeres que siembran para tratar enfermedades crónico-degenerativas de sus hijxs
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Ser madre es cansado y desgastante, y si alguien no lo cree, basta con preguntar a la mamá más cercana que tenga en su camino. En ese tenor, las mamás cannábicas han testimoniado cómo la planta reduce el lado agotador de la maternidad.
“La madre tiene que ser un ejemplo de rectitud y subordinación. Como ya eres madre, ya no puedes vestir, ni hablar, ni salir como lo hacías antes de serlo, mucho menos estar vinculada con ‘drogas’.
“Qué miedo tiene la sociedad y qué poco conoce de los beneficios de la bendita planta: económicos, ecológicos, medicinales. Ya de por sí vivimos demasiada violencia como para no poder tener un lugar de reunión y relajación sin que se nos estigmatice”, platicó para La Dosis Arizbeth Vargas, mujer de 41 años quien lleva consumiendo marihuana desde los 16.
Arizbeth es maestra de danza contemporánea, creadora y directora de Rodando Glam, una tienda en línea al rescate textil vintage; es modelo de dibujo de figura y body paint, bailarina, performadora y ciclista.
“Las ventajas que yo veo en mi desarrollo como madre son el descanso, la relajación, grito menos, pienso más en la forma en la que me dirijo a mis hijos y sobre todo trato de ser congruente con mis acciones”.
Cuenta que antes de tener hijos, estuvo un año en tratamiento por algunas dificultades para embarazarse, año que le sirvió para dejar de fumar.
“No fumé durante el embarazo ni cuando amamanté, pero el primer porro que volví a fumar después de un año ocho meses ¡ufff! Mi cuerpo descansó como no tienes idea. Es muy cansado ser madre (…) de vez en cuando fumaba en las noches para relajarme y poder dormir”.
María M., por su parte, menciona que la planta, lejos de ser una fuga (como han conceptualizado a las sustancias psicoactivas en la lógica prohibicionista), “nos pone en jaque constantemente en el cómo estamos criando, en qué nos estamos equivocando, en si estamos haciendo bien o mal en los caminos que debemos de seguir al criar a nuestros hijos. Eso tiene que visibilizarse”.
Visibilizar implica poner en cuestión los preceptos de la maternidad, no obstante, Rebeca Madrazo, doula en procesos de embarazo, parto, postparto, lactancia, aborto y muertes, considera que no hay que buscar una revalorización de la maternidad porque ello conduciría a una revaloración del discurso de la maternidad, lo que en términos generales no refiere a la experiencia de las mujeres.
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Su propuesta consiste en crear un discurso que no sea un discurso, es decir, maternidades que devuelvan el lugar a la construcción de lo peculiar, narrativas en primera persona hablando desde las experiencias individuales y el cuerpo, entendido como el lugar donde se sella el ser madre.
“La maternidad se inscribe en el cuerpo, en la experiencia de lo real, no puede haber tanta intelectualización sobre ello (…). Es una reflexión desde mí y no desde la realidad que creo que soy” o que se ha impuesto desde las prácticas colectivas patriarcales.
Y desde la peculiaridad identitaria de las madres cannábicas, Nelly comenta:
“Que se quite ese estigma de la madre inmaculada que no rompe ni un plato, que tiene que ser perfecta y que siempre tiene que estar etérea para que nadie vea que se quiebra. No, somos seres humanos y es hora de que la gente se dé cuenta que somos mamás, somos mujeres y que también tenemos derechos, gustos y ganas de salir a vivir una vida”.
¿Cómo quitar el estigma?
Sólo las madres usuarias pueden responder. Por un lado, Arizbeth plantea una desestigmatización “con la organización y propuestas bien planteadas y llevadas a cabo con mucha información para madres jóvenes, taller de apoyo y educación cannábica”.
Nelly, por su parte, alude a la información y el respeto. “La información para conocer los usos y beneficios y el respeto para aceptar que no todas tenemos los mismos gustos. La deconstrucción, para desaprender y la despatriarcalización que nos llevó a crecer con los roles de género”.
Maternidades Forjando
Para algunas mujeres, los espacios cannábicos feministas han sido un refugio en medio de las opresiones patriarcales-prohibicionistas. Mujeres Forjando Porros Forjando Luchas, es una red mexicana ejemplo de cómo el derecho al placer y a la libre determinación de la identidad, también es político.
Surgida el cuatro de mayo del 2019 en la marcha por la liberación de la marihuana en la Ciudad de México, la red de mujeres ha permitido ampliar las discusiones sobre el uso del cannabis en los espacios feministas pero también ha enarbolado el feminismo en los círculos cannábicos, predominantemente machistas. Y en su trinchera, las maternidades no podían quedarse atrás.
Como parte de sus actividades, a partir del ocho de julio llevarán a cabo una serie de conversatorios cada miércoles del mes a las 20 hrs. donde abordarán respectivamente el tema de las maternidades diversas, embarazo y lactancia, crianza, para concluir con violencia y ejemplos de lucha. Más información a través de su página de Facebook.
Desestigmatizar primeramente la planta y después el consumo por parte de las madres usuarias, es una de las conquistas a lograr para que nunca más haya una regulación sin las mujeres, sin nosotras.
O como dijo Nelly: “así como hay quien se sirve una cerveza en la tarde o un cigarro después del café, nosotras nos decidimos por la hierba”.