La LSD, o Dietilamida de Ácido Lisérgico, es una de las moléculas más paradigmáticas, interesantes y misteriosas que conocemos. Cabe dentro de las “drogas” de diseño. Se sintetizó en 1938, pero su creador, Albert Hoffman, no se percató de sus propiedades hasta 1943. De igual forma, es uno de los compuestos psicoactivos más potentes que conocemos, ya que su dosis activa inicia a los 15 microgramos -millonésimas de gramo- y los efectos que puede generar son profundos e infinitamente diversos.
Hay mucho que se puede decir acerca de los impactos que ha tenido esta sustancia en el mundo moderno, en la cultura, el arte, la ciencia y la tecnología. Grandes personalidades han atribuido sus mayores logros a la influencia que esta sustancia ha tenido en su proceso creativo y entendimiento, podemos recordar el vínculo entre los estados lisérgicos y la creación de la computadora personal y el internet, pero aquí trataremos un poco de las propiedades moleculares de la LSD y de cómo utilizar esta información cuando nos enfrentamos a las implicaciones y riesgos del mercado negro (si quieres conocer más sobre la historia del LSD visita su página en el Universo de las Drogas: http://www.universodelasdrogas.org/#!/LSD).
En su inicio, al igual que con muchos otros compuestos psicoactivos, la LSD fue legal. Desde que se hizo evidente su habilidad para modular los estados de conciencia en 1943 y hasta que se hizo ilegal al incluirla en las listas del sistema internacional de control de sustancias psicotrópicas en 1971, se estudió rigurosamente su umbral de seguridad, toxicidad, interacciones psicofisiológicas y se utilizó como coadyuvante en procesos psicoterapéuticos en pacientes que presentaban psicopatologías resistentes a otros tratamientos.
Gracias a esto, sabemos que las dosis pueden ser muy flexibles. A partir de los 10 o 15 microgramos, o lo que se consideraría una microdosis, ya hay interacción con el sistema serotoninérgico; pero estas son dosis sub-perceptuales, lo que significa que no se altera la percepción y en realidad solo hay un ligero incremento en la actividad de los circuitos neurales relacionados con la serotonina. Esto se utiliza para lograr una mayor capacidad de atención y concentración y de alguna forma aumentar o amplificar el proceso creativo.
Arriba de los 15 microgramos empiezan a aparecer efectos perceptuales, principalmente lo que se llaman “distorsiones sensoriales” que generalmente se traducen en luz y colores más brillantes, cambios en cómo se perciben los sonidos y la música, ligeras sensaciones en la piel y cambios en el sabor de las cosas, esto sucede entre los 15 y los 45 microgramos; por encima de estas dosis, las distorsiones visuales o el aspecto “visionario” se hace más evidente. En el mercado negro, los cuadritos o blotters contienen generalmente entre 50 y 150 microgramos.
Con la LSD, una dosis de 100 microgramos ya genera efectos contundentes y lo que se llamaría un “viaje”. Pero en los años 50 y 60 la dosis “normal” era entre 300 y 500 microgramos, lo que sería el equivalente a comernos 4 o 5 cuadritos de los que se encuentran hoy en día en las fiestas o a la venta en general; este dato nos hace darnos cuenta de la baja toxicidad que tiene el LSD y de la variedad de acercamientos que se puede tener con esta sustancia, y, con esto, podemos pasar a hablar de los riesgos de los sustitutos que se encuentran en el mercado negro.
Hay algunas otras sustancias que se han estado distribuyendo en años recientes haciéndolas pasar por LSD. Algunas, como la dimetoxianfetamina (DOM), cambian en la duración del efecto, que puede llegar a ser de 25 horas mientras que el del LSD es de entre 10 y 12 horas. El DOM tiene un sabor amargo y metálico, si te lo tragas sigue siendo absorbido, y es el culpable de muchos ingresos a salas de emergencias cuando algunas personas toman dosis altas y creen que “se quedaron” en el viaje porque no se les baja después de 24 horas.
Otra sustancia que es importante mencionar porque también ha sido introducida en el mercado como un “adulterante” del LSD, o mejor dicho un sustituto, pero que generalmente se vende haciéndolo pasar como LSD, es un derivado de la feniletilamina llamado NBOMe, una nueva sustancia psicoactiva altamente tóxica y que puede ser letal aun en dosis que caben en un papel secante; esto debido a sus propiedades de vasoconstricción, lo que significa que un mal cálculo en la dosis que contendrá una unidad, gota o cuadrito, puede interrumpir la irrigación sanguínea a las extremidades y los órganos, provocando necrosis y colapso orgánico total, que puede llevar a la muerte.
La principal manera de identificar el NBOMe es por su sabor, además de tener un penetrante sabor amargo y metálico, deja una sensación de entumecimiento en la boca y la lengua, esto se puede percibir inmediatamente con un pedacito, por lo que quienes deseen consumirlo pueden probarlo al cortar una esquina del cuadrito al probar algo por primera vez y es una buena manera de tener un filtro inicial directo e intuitivo para evitar usar sustancias imprevistas o distintas a lo esperado. Por otro lado, el NBOMe se descompone con los jugos gástricos, por lo que si detectas un sabor amargo en el pedazo del cuadrito que pruebes, si identificas el sabor amargo y la sensación de entumecimiento, y si te lo tragas y no hay efectos, probablemente es NBOMe.
El LSD no debe tener ningún sabor, pero es cierto que algunos papeles o “tripis” tienen un sabor químico y en efecto contienen LSD, esto puede suceder debido a la producción y el tipo de síntesis que se use para fabricar el cristal. Si hay residuos de la reacción química en la sal o el cristal, al diluirlo y pasarlo al papel, puede quedar este ligero sabor químico y amargo, también puede ser de la pintura que se usa para la impresión o de la manera en que se transporten las planillas completas.
Recuerda, todo el LSD es igual, es una misma molécula, la diferencia entre una presentación y otra es la dosis. El cambio en los efectos se debe más al contexto en el que lo usas y tu propio estado psico-emocional, por esta razón, el diseño o el dibujito que pueda traer impreso un cuadrito o una planilla no significa nada y no te debes guiar por esto; en una misma fiesta o con un mismo vendedor puedes encontrar dos cuadritos que se vean exactamente igual pero que contengan cosas distintas.
La mejor opción es analizar tu cuadrito antes de usarlo. Esto lo puedes hacer cortando una esquina, poniéndola en un contenedor pequeño con un poco de agua y colocándolo bajo luz UV; el LSD es fluorescente bajo la luz UV y esto tienen que ver con su arquitectura molecular y sus propiedades electromagnéticas, a diferencia de otras sustancias psicoactivas que dejan pasar los rayos UV sin interactuar con ellos, la molécula del LSD difracta los haces de luz UV y esto genera la fluorescencia en el agua. Tanto el papel blanco como la pintura pueden ser fluorescentes y por eso es importante diluirlo en agua.
Una opción más fácil y efectiva es contactar al Programa de Análisis de Sustancias (P.A.S.) para hacer uso del servicio de análisis, gratuito, anónimo y confidencial, puedes encontrarlo en Facebook o escribir a analisis.sustancias@gmail.com. Recuerda: más información, menos riesgo.