A Lu y Ezequiel, a todas las sesiones del 8H

 

Decía José Agustín, el escritor de la onda, que la marihuana es la sal de todas las sustancias psicoactivas y no se equivocaba, la Juanita se lleva muy bien con la blanca y brillante cocaína, hay nace el famoso primo con su característico sabor a plátano y vainillita, ¿quién no reconoce ese agradable olor por la calle, en los deportivos, en los raves, en Tepito. Otra muy famosa es la simbiosis que practican los europeos con hash y tabaco, o quien prefiere acompañar a la cannabis con una fría cerveza, un buen vino, café o un bubulubu. Incluso los piedrosos, dulceros, tecatos y cristaleros la disfrutan cuando hay que bajarse del camión y poder dormir para luego otra vez volverse a subir. En el desierto o en el bosque, comer hikuri u hongos y darte un gallo es lo mejor que te puede pasar mientras esperas el efecto deseado del enteógeno. Está de más decir la cercanía relación cuando consumes LSD, MDMA o cualquier similares apócrifo, nunca falta el porrito caminero al inicio, durante o después del rush. Sin embargo, esa noche esa sustancia entre blanca y amarilla que le estaban poniendo al joint era nueva para mi, un wey decía que era Demetrio, el otro compa que era DMT y otro más al fondo que dimetiltrip… ta no sé qué, pero el que forjaba el toque lo dijo claramente: es la molécula de Dios.

Apagaron las luces y prendieron unas veladoras, pusieron música de Sphongle para ese momento de divinidad y nos dieron a tomar un té de ruda de siria que porque teníamos que cruzar el umbral sí o sí decían. Esperamos una hora para que el inhibidor hiciera efecto, nos quitamos zapatos y calcetines para hacer tierra con el mundo y entonces si, agárrate cabrón, me dije a mi mismo. Vi como el primer compa de los cinco que estábamos sentados en flor de loto prendió el canuto y al tercer jalón estiró la mano con el pitillo prendido en señal de desconexión total y de que había llegado, a ¿dónde?, aún no lo sabía. En seguida el guía de la sesión le dio el porro a la morra que estaba sentada a mi lado e igual, estiró la mano como señal de miedo, cerró los ojos y explotó en una risa incontrolable de nerviosismo y después se quedo en una posición de asombro total como Xochipilli, viendo la nada.

En ese momento el Máster dijo que me iba y me dio el marley que recibí con una reverencia juntando las manos y agradeciendo este momento tan sublime. La garganta seca, el corazón acelerado y entonces sí encendí nuevamente tremendo cigarrote, al primer jalón pude sentir claramente como la sustancia penetraba en mi cuerpo y lo poseía, la respiración ahora era lenta y pude percibir la frontera entre la vida y la muerte, al segundo jalón una burbuja negra me cubrió y pensé ya no hay regreso, antes de cerrar los ojos alcancé a darle otra calada y entonces sí sentí ese olor a tortilla quemada que me invadía todo el paladar cuando un zumbido llegó a mis oídos y fue cuando pude presenciar el big bang en toda su majestuosidad o al menos así me lo había imaginado que fue. De pronto, todo se apagó y sentí que llevaba varios segundos sin respirar, jalé aire y pude ver cómo de la oscuridad nacían los colores ondulantes que asemejaban víboras o serpientes de colores neón, recuerdo que alcance a decir ¡ah, no mames!, quería tocar esa armonía de vida cuando ya me encontraba en un lugar donde todo era color metálico y geométrico, había cuadros que iban y venían hacia mi, triángulos que se formaban y desmaterializaban en miles de pedazos, guauuuu, realmente era fabuloso, podía ver ojos desincorporados por todos lados y que se mimetizaban entre la geometría del universo, me encontraba en medio de un cuadro pintado por Alex Grey y escuchaba una música que nunca supe de donde provenía pero que iba al compás de la vida misma.

De pronto todo se desvaneció alejándose, abrí los ojos y pude ver que la morra y el homie que me habían antecedido agradecían al guía por la experiencia, me levanté e hice lo mismo mientras observaba a los otros dos amigos que seguían acostados en el piso, pidieron que calláramos y esperáramos y así lo hicimos respetuosamente, poco a poco se fueron incorporando y vi cómo entre sollozos y lágrimas también agradecían al anfitrión del spot y dador de la medicina. Una vez que ya estábamos todos de vuelta a tierra el Máster dijo que si queríamos fumar de nuevo, fui el primero en decir que sí y agarré tremendo cucarachón y le di fuego nuevamente, ya no supe de mí, después que escuche una voz en medio de la luminiscencia que me dijo: bienvenido, no te pasara nada.