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La primera copa cannábica no “oficial” que yo viví fue en Morelos, pero no en Tepoztlán como dicen por ahí, ésta fue casi cuatro años atrás, en el 2005, en los Altos de Morelos y entre cultivadores reales de marihuana de guerrilla. Los competidores eran de los estados de México, Guerrero, Michoacán y Oaxaca, y la locación se encontraba en el mero rincón del bosque, junto al volcán Popocatépetl, en el ejido “Motahuaxco”. Era 12 de diciembre y festejaban el segundo aniversario a la Virgen de la Marihuana. Había gente de Ozumba, Neza, Chalco, Ecatepec, Tláhuac y de todo Iztapalapa y sus alrededores, puros tiradores que habían sido convocados por invitación personal.

Justo un año antes, ya en la peda, varios cultivadores y patrones habían acordado en un “pacto de bigote”, al que trajera la peor marihuana al festejo le tocaba pagar la banda sinaloense que amenizara ese día. Y ese día había llegado. Desde muy temprano se dejaron ver las primeras trocas con placas foráneas, venían en familia o con puros compas oyendo corridos, el sombrero que portaban hablaba de que estado venían. Lo primero que hacían era visitar el santuario de la Virgen de la Marihuana y la ataviaban de flores de amapola, como lo hacían también con el Santo Patrono San Marcos, que habían traído desde sus lugares de origen junto con otras plantas de colores con las que venían mimetizadas; después la madrina le cambiaba su ropa a la Virgen, como cada año. Cuando ya estaban casi todos los invitados, después de asistir a la misa en el pueblo, a las 12 en punto iniciaba el deleite.

Mi compa el Mundo había cultivado ese año una sativa endémica del volcán, su famosa “roja sin sema” que durante tres generaciones, desde su abuelo, habían cultivado. La gente de Guerrero llegó con una de 90 días de color amarillo verdoso, de esas que sembraban junto al Río Balsas en la sierra, en esos días toda esa área era Beltrán así que imaginen la calidad de los Waches, marihuana llevada a buen final, obvio traían su famosa azorrillada que olía a metros de distancia de la troca donde la traían. Los de Oaxaca no se sorprendieron porque ellos ya sembraban semillas europeas y gabachas y esa mañana traían una AK-47 de exterior cultivada en Miahuatlán y una White Widow cultivada en Ejutla de Crespo, a varios años de eso aún recuerdo ese olor característico al probarla. Los purépechas llegaron presumiendo una mota color morada de sabor mentolado agradable, pero sin mucha potencia. Lo que sí es que se llevó el premio a la innovación mariguanera y estética, esa fue la primera vez que yo vi una marihuana morada por genética no por el clima, chulada de allá de Arteaga Michigan. 

Los ganadores ese día fuimos todos los invitados, estos compas no llegaron con una onzita, sino que participaron con costales visibles y repartiendo, fumaras o no fumaras ellos la daban, la aventaban, como agradeciendo el cierre de año que había sido exitoso en la sierra. La banda tocaba puros corridos, ritmo al cual, poco a poco, se iban disipando los costales de mota. El perdedor sería al que le quedara más mota del costal que cada uno puso junto al altar de la Virgen. 

La primera en irse todita fue la oaxaqueña, hasta yo me embolsé algo chulo. Luego fue la warrior, esa índica, azorrillada a madres, que tampoco desprecié sino al contrario, hice una buena tuza. A la gente local no le importaba, pues para ellos ver mucha marihuana era normal, los chilangos y demás obviamente hacíamos clavo mientras pensábamos como sacarla de terreno machín, pues al otro día ya iba estar instalado el retén de salida, ya se la saben los wachos y la estatal. 

Ese día, entre la gente de Hueca y Tlacotompa pagaron la banda, y no es que sus motas estuvieran malas y no se las hayan llevado, sino que ese día fue un encuentro de mariguaneros de la sierra y sus flores, esos personajes que sólo se conocen en las composiciones de los grupos norteños y las bandas de música, y que han preservado la cultura del cultivo de yerba. 

Hay veces que hay que decidir entre cantidad o calidad. No hay de otra. Así que me armé de valor y me la rifé con mis compas para brincar el retén. Pero esa es otra historia que en el siguiente número les contaré, una acerca de las fechas más seguras para pasar lo que sea, del sureste del país a la capirucha.