La síntesis de las anfetaminas se remonta a finales del siglo XIX en Alemania, aunque estas sustancias no se comercializaron mundialmente hasta principios de la década de 1930. Las farmacéuticas fueron las encargadas de producir nuevas variedades de estos estimulantes y distribuirlos en distintas presentaciones para múltiples padecimientos; principalmente se recetaban para la congestión nasal, para la depresión, para aliviar la fatiga y unos años después comenzaron a ser usados como anorexígenos, es decir, para quitar el hambre. Estas sustancias se popularizaron rápidamente y se convirtieron en un lícito y redituable negocio hasta la década de 1970, cuando comenzaron las restricciones legales para su prescripción.
El sulfato de anfetamina, también conocido como bencedrina, se comercializó libremente en un tubo inhalador para descongestionar las vías respiratorias. Estos antiguos vaporizadores comenzaron a ser prescritos en México a principios de la década de los cuarentas. El doctor Esteban Pous publicó en 1941 un artículo en la Gaceta Médica de México, titulado: “Los inhaladores de benzedrina” en el que menciona que el año anterior fueron repartidas en calidad de propaganda montones de caja a los médicos del país, que contenían tubos con esta sustancia estimulante.
Además, estos inhaladores tuvieron amplia publicidad en la prensa de la época, donde se anunciaba: “Sea precavido, compre hoy mismo inhalante de BENZEDRINA”. Y se recomendaba su consumo por ser un producto proveniente de la ciencia médica y que ofrecía “un rápido alivio para las congestiones nasales”; “vea rápidamente que el reconfortante vapor medicinal del Inhalante de Benzedrina llega a toda la cavidad nasal. El vapor tan pronto como es aspirado descongestiona las membranas nasales inflamadas y permite la libre entrada del aire”.
El doctor Leopoldo Salazar Viniegra estudió el consumo de esta anfetamina y publicó el texto "La benzedrina en neuro-psiquiatría"; en el que señaló que esta sustancia era de interés científico y que, al tener notables efectos sobre los centros nerviosos, podría tener aplicaciones terapéuticas; por ejemplo, para tratar la narcolepsia, aumentar el desempeño mental o para eliminar la fatiga en alcohólicos y morfinómanos. Mencionó que en México se podía encontrar para administrarse por vía subcutánea, en comprimidos llamados “Aktedrón” que eran elaborados en el país o en inhaladores que distribuía la empresa norteamericana Smith, Kline & French. Pero el psiquiatra advirtió que el método de inhalación se usaba cada vez más habitualmente y era poco posible su dosificación, por lo cual había que ser cauto con su consumo.
Asimismo, su colega el Dr. Pous advirtió que ya se habían observado algunos accidentes por las inhalaciones excesivas que se hacían de este producto. Por ejemplo, relata de un amigo suyo que fue a visitar y que mientras charlaban “aspiraba sin cesar de una a otra fosa nasal”, por lo cual ya se encontraba con la nariz ya inflamada de tanto inhalar y en la noche presentó angustia, ansiedad, sequedad de las mucosas y sensación de asfixia. También mencionó que era usado por algunos estudiantes durante el periodo de exámenes y que en Estados Unidos había comenzado a restringirse, por lo que no había que dejar esta sustancia al alcance del público en general.
De cualquier forma la bencedrina y otras anfetaminas continuaron siendo recetadas por psiquiatras y otros especialistas de la medicina para múltiples padecimientos durante las décadas siguientes. Además, continuó su uso regular como “tónico y vigorizante” tanto por personas mayores que deseaban elevar su estado de ánimos, estudiantes que buscaban pasar su exámenes o personas que querían perder peso.
Fue hasta 1971, cuando se llevó a cabo la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Sustancias Psicotrópicas, que se comenzaron a restringir las “drogas anfetamínicas”, ya que a pesar de sus utilidades terapéuticas se consideró que era susceptible de uso indebido y por lo tanto constituían un objeto de tráfico ilícito. Actualmente la bencedrina ya no es comercializada y la mayoría de las anfetaminas se encuentran en el mercado ilícito, aunque algunas aún se pueden encontrar en las farmacias, si consigue la receta de su médico de cabecera.
REFERENCIA DE IMÁGENES:
“Anuncios de inhaladores de bencedrina”, en Excélsior, 1947.