Cuando te adentras al vasto mundo del cannabis una de las primeras cosas que aprendes es que hay dos tipos: índica o sativa. La primera provoca efectos relajantes y somníferos, mientras que la otra te llena de energía y euforia. Sin embargo, en tiempos recientes y gracias al avance de la investigación científica, nos hemos comenzado a preguntar qué tan cierta es esta clasificación. ¿Hemos estado equivocados todo este tiempo?

Lo que creíamos saber:

Como veremos más adelante, el principal problema es la división binaria, osea las plantas son de una u otra especie.

De las índicas sabemos que crecen a menor altura en climas fríos. Sus hojas son anchas y sus cogollos densos. Gracias a su alto contenido en cannabidiol (CBD), se le ha asociado con los efectos relajantes y terapeúticos. Recordemos que el CBD es capaz de reducir la ansiedad, combatir el insomnio, y aliviar el estrés, entre otras cosas.

Es por ello que a las variedades índica se les llama “la mota para dormir” o “la mota para uso nocturno”.

Mientras, las variedades sativa necesitan mayores horas de luz y crecen mucho más alto. Sus hojas son delgadas y afiladas. Sus cogollos son más largos, pero de menor producción. El cannabinoide con más presencia es el tetrahidrocannabinol (THC), el cual provoca los efectos psicoactivos más conocidos: distorsión del paso del tiempo, alteración de los procesos cognitivos, auxilio a la creatividad, incremento del ritmo cardiaco, etc.

Entonces, mucha gente recomienda las variedades sativa para el uso diurno.

Entre otras cosas, esta división generó algunas percepciones que no son del todo ciertas. Por ejemplo, dado que se asocia el CDB al uso medicinal y el THC al uso recreativo, esta división se traspasó a las plantas mismas. Esto, a pesar de que ambas variedades contienen más de 100 cannabinoides, y tanto las índicas como las sativas tienen ambos, THC y CBD.

Cabe mencionar que el THC también tiene propiedades terapéuticas muy importantes en el tratamiento de enfermedades como epilepsia y cáncer.

La confusión

Desde mucho antes de la prohibición, científicos como Carl Linnaeus y Jean-Baptiste Lamarck  comenzaron a clasificar las plantas. Desde entonces no quedaba muy claro el rigor que debían seguir para nombrar y etiquetar las propiedades de cada especie, o métodos confiables para distinguir una de otra.

Después, en el auge del mercado negro de la marihuana, comenzó a popularizarse cierto tipo de conocimiento sobre la planta, pero mucho de este era en base a la experiencia, pues la investigación científica era aún más limitada que hoy en día.

Luego, con el desarrollo de técnicas de cultivo y cruza de especies, los cultivadores empezaron a criar otro tipo de plantas: los híbridos. Así se podía escoger los efectos de una y otra variedad para combinarlos en la forma que uno desease.

Hoy en día los tipos de marihuana que uno puede cultivar son prácticamente infinitas. Y a cada una se la ha asignado un nombre: Mango Kush, Pineapple Express, Lemon Haze, Jack Herer, Amnesia, White Widow, etc. Para navegar entre este vasto y confuso de nombres aparentemente aleatorios, los productores y dispensarios recurrieron a la clasificación más familiar.

Así fue que comenzaron a etiquetar a los tipos de mota dependiendo de qué tan índica o sativa fuesen. Por ejemplo, el sitio leafly.com cuenta con un catálogo de variedades muy amplio y confiable para sus usuarios. Ahí, la cepa Blue Dream se describe como un híbrido con tendencia índica. Pero en el mismo sitio, se muestra un perfil con alto contenido en THC y bajo CBD. Puedes verlo tu mismo en este enlace (link).

En teoría, cada una de las variedades posee propiedades únicas y distinguibles del resto. Pero esto no necesariamente ocurre. De hecho, una investigación realizada por la consultora especializada Bedrocan, reveló que dos muestras de la misma cepa podían contener un perfil de cannabinoides completamente distinto. Todo dependía del dispensario de donde se consiguiera.

En pocas palabras, el nombre no significa nada en cuanto al efecto o presencia de cannabinoides.

El futuro de la clasificación.

Esta confusión ha llevado a los especialistas a preguntarse si alguna vez hubo variedades púramente sativas o índicas. Se prevé que, en realidad, todas las plantas son híbridos.

Algunas propuestas de clasificación tiene mucho que ver del contexto donde se usa. Por ejemplo, para efectos políticos, se comienza a dividir entre plantas para uso humano y plantas para uso industrial. Osea, cáñamo y marihuana.

Mientras, laboratorios como los de Bedrocan, buscan perfiles de cannabinoides precisos y repetibles. Esto, orientado al uso médico, pues para establecer una dosis segura en el tratamiento de alguna enfermedad, se necesita contar con una flor cuyo contenido sea siempre el mismo.

Por último, para el usuario personal, puede que la clasificación no deba ser tan precisa. Después de todo, a cada quien le pega de forma diferente. Y si lo que se busca es una constante en las motas que se fuma, la única solución es y será el autocultivo (también con sus propias reservas).

Con información de Bedrocan, Medium.com y Viridelife.com