Un día como hoy pero de hace 80 años se publicó el Reglamento Federal de Toxicomanías, el cual despenalizó todas las drogas en México. Además, durante cinco meses nuestro país implementó lo que hoy en día muchos consideran estrategias de vanguardia para enfrentar los problemas asociados al uso y dependencia de drogas, tales como los dispensarios de drogas y sitios de uso seguro.
Los pacientes “toxicómanos”
“Cambiar un enfoque de justicia por uno que privilegie la salud pública y los derechos humanos”. Esa frase suele utilizarse en foros y discusiones al momento de proponer alternativas al modelo “prohibicionista” del control de drogas. El Reglamento de 1940 lo apuntaba en una de los párrafos introductorios:
“Que la persecución de los viciosos que se hace conforme al reglamento de 1931 es contraria al concepto de justicia que actualmente priva, toda vez que debe conceptuarse al vicioso más como enfermo a quien hay que atender y curar, que como verdadero delincuente que debe sufrir una pena.“
En el Reglamento se define a los toxicómanos como “todo individuo que sin fin terapeútico use habitualmente algunas de las drogas” catalogadas hasta el momento, como la heroína y la cocaína.
Las farmacias y dispensarios
En lugar de perseguir el uso y suministro de estas sustancias el Estado tomó el control de estas actividades en un intento por reducir la capacidad de las bandas del tráfico de drogas. El reglamento apunta entre sus consideraciones:
“Que el único resultado obtenido con la aplicación del referido reglamento de 1931 ha sido el encarecimiento excesivo de las drogas y hacer que por esta circunstancia obtengan grandes provechos los traficantes.”
Para ello se propuso la creación de farmacias y dispensarios, quienes suministrarían de drogas a los toxicómanos siempre y cuando estos presentaran un prescripción médica.
Entre las obligaciones de los dispensarios se encontraban: llevar un registro de los pacientes, despachar sustancias narcóticas y administrar al paciente la droga. Además, se aclara que “la atención médica en el dispensario no causará honorarios”.
El doctor
Se ha reconocido que esta política de vanguardia fue posible gracias al trabajo del doctor Leopoldo Salazar Viniegra, quien entre otras cosas abogó por terminar el estigma hacia el uso de drogas. Para empezar, el doctor Salazar Viniegra no consideraba a la marihuana como una droga del mismo nivel que la cocaína o la heroína.
De hecho su texto “El mito de la marihuana”, publicado dos años antes de la emisión del Reglamento, pretende mostrar los efectos del uso de la planta “depurándole de todo lo que la fantasía ha venido urdiendo en su rededor con mengua de la verdad científica y con perjuicio de los intereses sociales”.
Para empezar, cuestionó que la marihuana fuese una causa de psicosis.
“No pocas veces me sorprendió en mi práctica manicomial, que dada la difusión en el uso de la marihuana, especialmente entre las clases pobres que son la clientela habitual de ese sanitario, nunca hubiera podido encontrar un solo caso en el que con toda seguridad se pudiera atribuir la psicosis al uso de la marihuana, contra lo que suelen proclamar crónicas triviales y, sobre todo, en contraste con los numerosísimos casos de psicosis originadas por alcoholismo“.
Así, el doctor Salazar Viniegra optó por generación de conocimiento más eficaz a partir del trabajo y evidencia científica, en lugar de los mitos y prejuicios. Este puede ser considerado al día de hoy uno de los aportes más significativos de este médico y este reglamento para las políticas de drogas a nivel global.