Recientemente, han proliferado los artículos científicos que constatan la eficacia de sustancias psicodélicas para tratar padecimientos mentales y conductuales. Pero estos descubrimientos no son nuevos, –además de los usos ancestrales que les han dado las comunidades indígenas– entre las décadas de 1950 y 1970 en diversas partes del mundo se investigaron ampliamente los efectos de estas drogas en la conciencia humana. México no fue la excepción, ya que algunos científicos nacionales estudiaron el potencial terapéutico de los también denominados alucinógenos.

Entre estos científicos destacó el doctor Salvador Roquet, un psiquiatra que administró más de 6,000 dosis de psicodislépticos entre 1967 y 1974 en  una clínica de la colonia Condesa en la Ciudad de México, en donde atendió a personas de diversas nacionalidades, edades, distintos estratos económicos y con variadas patologías mentales.   

El Dr. Roquet fundó el Instituto de Psicosíntesis Robert S. Harman, en el que empleó la ingestión de alucinógenos con fines terapéuticos. En sus tratamientos buscó mezclar el uso indígena de psicoactivos naturales en contextos ceremoniales con la psiquiatría moderna. Sus trabajos estuvieron influenciadas por la psicoterapia freudiana, la neurofarmacología, la psicología analítica de Carl Jung  y las prácticas chamánicas de mixes y mazatecos.

Durante sus investigaciones tuvo la oportunidad de conocer a famosas personalidades del movimiento psicodélico de aquellos años, como Timothy Leary y Stanislav Grof; a Richard Evans Schultes, Gordon Wasson; a María Sabina y a Albert Hofmann. Entre las plantas y sustancias que empleó se encuentran el peyote, el ololiuhqui, hongos con psilocibina, salvia divinorum, LSD-25, MDA, dipropiltryptamina o DPT, ketamina, y escopolamina obtenida de varias especies de datura.

En las terapias los pacientes debían acudir a sesiones de 22 horas para consumir alguno de estos alucinógenos en un ambiente controlado, en el que se hacía uso de proyecciones, música, luces y bilblioterapia; de lo cual realizaba un minuciosos registro y posteriormente acudían a terapia de grupo y a entrevistas individuales. Sin embargo, a las autoridades mexicanas no les agradó el uso de sustancias alucinógenas, ni aunque fuera con fines medicinales. Durante 1974 el instituto de psicosintésis fue clausurado y el doctor Salvador Roquet, junto con algunos de sus ayudantes tuvieron que pasar un tiempo en la cárcel.

Por suerte, en su libro Los alucinógenos: de la concepción indígena a una nueva psicoterapia, Roquet dejó registro de su método de trabajo y de los resultados de sus terapias psicodélicas. En este texto concluyó que después de atender a más de 800 personas pudo constatar los efectos de los psicodélicos sobre la razón, el instinto y la personalidad humana; además corroboró que estas sustancias no generaban adicción ni resultaban perjudiciales para la mente.

En México, a partir de los problemas legales y morales a los que se tuvo que enfrentar Salvador Roquet y algunos otros científicos nacionales que le antecedieron, la investigación con psicodélicos y otras sustancias psicoactivas se ha visto mermada. Por lo que resulta importante conocer los estudios que ya se han hecho en el país y retomar algunas de sus propuestas, para que la investigación con psicodélicos en el país pueda seguir avanzando y así podamos tener mejor conocimiento de las diversas aplicaciones de estas sustancias.

Como el mismo doctor Roquet dijo: “se trata de aprovechar las extremadamente ricas posibilidades que ofrecía la etnobotánica de mi país [México], asimilando e integrando prácticas indígenas milenarias a la ciencia psiquiátrica moderna, con el respeto que ambas merecen”.

 

Imágenes:

-Portada libro, Salvador Roquet y Pierre Favreau, Los alucinógenos: de la concepción indígena a una nueva psicoterapia, Ediciones Prisma, México, 1971.

-Salvador Roquet y María Sabina, Huautla de Jiménez, Oaxaca, en Salvador Roquet y Pierre Favreau, Los alucinógenos: de la concepción indígena a una nueva psicoterapia, Ediciones Prisma, México, 1971.