Esa mañana lluviosa de viernes en que la eriza se presentaba de manera amenazante, decidí salir de la recámara e ir directamente al punto. No tardé en llegar a la coordenada verde. Cuando ya iba a llegar, ví que San Pedro, su esposa y sus dos entenados iban de salida, me comentaron que iban a Chalma, a rendirle cuentas al patrón. Les dije que me alivianaran con un toque y contestaron invitándome a que los acompañara, que durante todo el camino se iba quemando mota. No lo dude, avance. Les pregunté qué necesitaba para ir y dijeron que solo lo que comiera y bebiera, que marihuana llevaban de sobra y que volveríamos el domingo por la noche.

Ya iniciado el camino le dije al San Pedro que sacara una bacha, a lo que contestó que cuando llegáramos al Ajusco, que ahí íbamos a fumar, y que después ya no había policías, sino hasta llegar a Chalma, que tendría 24 horas de camino para ir fumando. Llegamos a Las Cruces y me aventó el kilo de pelirroja, dijo que de una vez me ponchara varios porque no íbamos a parar sino hasta Agua de Cadena, que parar nos retrasaría más y no quería estar en el bosque al caer la noche, pues ninguno de nosotros traía lámpara.

Mientras ponchaba veía pasar un chingo de banda, venían de los barrios más felones de la CDMX. Venían de Tepito, La Doctores, Ejército de Oriente, Tepalcates, Agrícola Oriental e incluso de Ciudad Neza y Chimalhuacán, de todos los barrios populares de la ciudad, los grupos de cada barrio rebasaban las 100 personas y caminaban rápidamente hacia el bosque majestuoso que se elevaba frente a nosotros. San Pedro me decía que la mayoría eran los buenos de sus barrios, que casi todos le rendían cuentas al Señor de Chalma.

Todos los caminos llevan a Chalma
Todos los caminos llevan a Chalma

Por mi cabeza pasó darle un pellizcón al huato y regresarme al barrio, pero la sonrisa de aquella morrilla que venía con los de San Loco me hizo reflexionar. Le pregunté a la morrita si quería fumar y dijo que sincho. Le pregunté cuánto tiempo llevaba viniendo a Chalma y contestó que su jefe la traía desde los cinco años, que venían desde Picos Iztacalco donde él era el bueno del perico. Todos los de su grupo llevaban playeras alusivas a la caminata, celebraban 15 años de realizarla, y llevaban la fiesta andante, algunos tomaban alcohol, otros tomaban cerveza, los menos moneaban, pero casi todos se las tronaban.

Durante el camino el San Pedro me dijo que no todos los peregrinos llegan a Chalma, unos por condición física no la arman y otros por ir renegando de la caminata, que incluso muchas de las cruces que se ven en el camino eran de quienes murieron en el intento de llegar caminando a Chalma. También dijo que no es bueno prometerle algo al señor de Chalma y no cumplirlo, que si yo iba a prometer regresar a pie al santuario lo pensará muy bien, porque si no cumplía la manda la desgracia me alcanzaría; y agregó que muchas veces la desgracia no le llegaba directamente a uno mismo sino a un familiar querido.

Cargando su cruz.
Cargando su cruz.

En ese momento no pensaba si iba a regresar o no, pues mis pies eran presos del dolor producido por la caminata, y eso que llevábamos solo cinco horas a pie cuando llegamos a Agua de Cadena. Las nubes amenazaban lluvia, sugirieron comer algo y seguir avanzando. En ese momento fue cuando me percaté de la sonrisa de aquella morrita, la cual llegaba junto con la lluvia; le pregunté si fumábamos y me contestó “eso no se pregunta homie” y me pasó la sábana para que ponchara. Me preguntó si era mi primera vez a Chalma y conteste que simón, comentó que íbamos a la cuarta parte del camino y que la mitad se encontraba en Santa Martha, a otras cinco horas. Se las curó diciendo que yo ya iba arrepentido de ir a lo que, como buen machín, contesté que nelson, aunque la ampolla que sentía en la planta del pie dijera lo contrario. Le regalé un toque caminero a Nancy y le dije que nos veíamos más adelante, mencionó que simón, que en Santa Marta y se refugió de la lluvia entre los puestos que ofrecían comida. San Pedro ya me apuraba, avanzamos hacia lo más alto del camino: Las Cruces.

La cima de la montaña está coronada con miles de cruces que adornan el paisaje, son las cruces que ofrendan los peregrinos, por gusto o por difuntos. Muchos traen cargando su cruz desde sus barrios y la depositan en este lugar, dejando la carga emotiva en las montañas, las cuales funcionan mejor que el diván de Freud; este desprendimiento les permite seguir avanzando, a Chalma y en sus vidas.

El bosque del camino a Chalma.
El bosque del camino a Chalma.

Saqué un huato de la bolsa y ponché varios toques que distribuí entre la banda a manera de ofrenda. San Pedro indicó que siguiéramos avanzando pues había que bajar antes que la noche cayera. Volteé a ver hacia abajo y ví las playeras azules del grupo donde venía Nancy, pero ya no era posible esperarla ahí, tendría que esperarla bajando la montaña, en el pueblo donde dormiríamos.

Las siguientes seis horas fueron las más pesadas, la lluvia había dejado estragos en el camino y se habían creado trampas de lodo por todos lados, la gente caía y se volvía a poner en pie, casi todos patinábamos sobre el lodo negro. En el camino pude ver varias señoras a quienes les atendían un golpe o alguna lesión en rodilla o tobillo, otros eran trasladados en camilla hacia las ambulancias que estaban sobre la carretera y que acompañaban las grandes procesiones de 500 o más personas…

Continuará…