Prácticamente todos aprendimos a fumar así. Aguantando el toque el mayor tiempo posible. Lo que fuera con tal de volar más alto y hacer rendir nuestras queridas flores. Después de todo, mientras más nos aguantamos el humo más THC entra a nuestras venas y más pachecos nos ponemos, ¿no?

Pues resulta que ya hace tiempo se desmintió ese mito. De hecho, uno de los primeros estudios que arrojó evidencia sobre esto se realizó en 1989. En aquel entonces se concluyó que no importa cuánto tiempo permanezca el humo en tus pulmones, los efectos o síntomas son prácticamente invariables.

Esto, porque nuestros alveolos absorben todo lo que son capaces durante los primeras fracciones de segundo en que una sustancia entra por la vía aérea. Por ejemplo, en aquel experimento los sujetos de prueba retuvieron el humo primero durante 0 segundos, después 10 segundos, y al final 20 segundos. Al final, poco importó.

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El resultado nunca iba a variar, porque en las tres ocasiones los pulmones dieron lo máximo de sí prácticamente de manera instantánea.

Por el contrario, lo único que sucede es que tus organelos están más tiempo en contacto con otro tipo de sustancias más perjudiciales, como el dióxido de carbono y residuos de la combustión. Esto sí puede afectarnos en un largo plazo.

Algunos dirán: Choro carnal, a mí sí me pega más chido cuando me aguanto.

Pues probablemente percibas más intensos los efectos del cannabis, pero lo que pasa en realidad es que la privación de oxígeno en tu cerebro provoca esos efectos de mareo y somnolencia.

Si lo que buscas es sacarle todo el jugo a cada toque, mejor inhala más profundo. Así, tus pulmones tendrán una mejor oportunidad de absorber los cannabinoides durante los primeros instantes. Claro, esta práctica lleva tiempo aprender si que te ataque la regañona, así que comienza poco a poco.