Maria Sabina nació el 22 de julio de 1894. Indígena descendiente de los mazatecas, pasó toda su vida en el poblado de Huautla de Jiménez, en el estado de Oaxaca. Hasta la fecha, es una de las guías espirituales con mayor prestigio alrededor del mundo. Además, tuvo una fuerte injerencia en las corrientes de psicodelia de los años 60, gracias a su acercamiento con investigadores como Timothy Leary y Albert Hoffman.
Sus padres fueron María Concepción y Fernando Feliciano. Éste, se dedicó a la agricultura hasta su muerte cuando Sabina tenía sólo tres años de edad. Sin embargo, el legado tendría aún frutos que dar, pues fue por parte de aquel lado familiar que conoció los rituales sagrados.
Se sabe que su familia paterna era descendiente de chamanes. Fue durante una ceremonia de sanación para uno de sus tíos que conoció los hongos, aunque no consumió en ese momento. Fue después, mientras cuidaba los animales de sus abuelos junto a su hermana, que reconoció a los fungi que crecían en el suelo como los mismos utilizados en el ritual.
Ambas comieron, y tuvieron su primer experiencia psicodélica.
A pesar de su fama y ser el centro de interés de varias celebridades norteamericanas, Sabina tuvo que sortear una buena cantidad de dificultades durante su vida. Para empezar, su niñez la pasó en extrema pobreza y desnutrición (hay quienes aseguran que comenzó a consumir hongos por mera hambre).
Además, su segundo matrimonio estuvo marcado por la violencia de pareja. En ese entonces, estaba casada con un brujo de nombre “Maciel”, quien al verse superado por el conocimiento de María, arremetía en golpes contra ella.
Fue hasta que sus hijos mataron a Maciel en una paliza, que María Sabina ganó fama entre sus vecinos como sanadora.
Y llegó el año de 1952. Un banquero y micólogo aficionado (o entusiasta de los hongos) de origen estadounidense llamado Robert Gordon Wasson, viajó junto a su esposa a la sierra mazateca. Allí, no sólo conocen a Sabina, sino que logran documentar la mayoría de sus formas y rituales.
Este material es publicado 5 años después en la revista LIFE! lo que desencadena una avalancha de popularidad alrededor de los hongos y, por extensión, de la figura de María Sabina. Esto, a tiempo del surgimiento de la contracultura de la psicodelia. Es entonces cunado ganó el interés de investigadores como Albert Hoffman y Timothy Leary, quienes posteriormente serían reconocimos como pioneros expertos en sustancias como el LSD y la psilocibina (componente psicoactivo de los hongos).
Entonces, múltiples fans intentaron acercarse a Sabina. Al principio con reverencia y respeto por las enseñanzas sagradas, pero poco a poco la chamana comenzó a verse acusada por los habitantes de Huautla de Jiménez, quienes consideraron que muchos de los extranjeros sólo buscaban un viaje superfluo.
Al final, el hastío la orillo a la reclusión. Escribe Ramón Méndez Estrada en un reportaje publicado en 1986 «La última vez que vi a María Sabina, en septiembre de 1984, la vi muy cansada, muy pequeñita; estaba impaciente, no quería conversar. Iba y venía continuamente por la habitación; estaba cansada, creo yo, que de escuchar las mismas preguntas de curiosos impertinentes por treinta años consecutivos, y de tener que defender sus mismas respuestas milenarias».
Sabina murió en 1985, en un profundo cuestionamiento personal sobre su tradición y qué tanto llegó a transformarla. Sabina dejó el plano terrenal, pero sin duda alguna su corta presencia transformó la forma en que el mundo mira la sabiduría de las plantas. Y, cuyo alcance, apenas comienza a percibirse.
Álvaro Estrada. (2005). Vida de María Sabina, la sabia de los hongos. México, Editorial Siglo XXI