Por. Miguel Bencomo & Nico Camacho

El Metilfenidato (MFD), también conocido por su nombre comercial Ritalin, es un medicamento de prescripción usado comúnmente para tratar el déficit de atención. Desde una perspectiva recreacional, este medicamento suele ser usado para reemplazar a las anfetaminas, con un efecto más bajo, pero de mayor duración.

El MFD es un medicamento psicoestimulante que pertenece a la clase de compuestos piperidina, incrementa los niveles de dopamina y norepinefrina en el cerebro, teniendo como mecanismo de acción inhibir la recaptura de estos neurotrasmisores . La sustancia está clasificada por la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos, y por las dependencias gubernamentales de control de medicamentos en México, como un psicotrópico de Clase II: la misma clasificación que llevan medicamentos como el clonazepam. El 75% de las recetas se prescriben para niños, siendo 4 veces más frecuente en varones que en mujeres.

Debido a los estudios sobre su uso, el MFD ha sido considerado tema de controversia y polémica; ya que revela una negligencia médica sobre los efectos de la misma y una intolerancia hipócrita hacia su uso recreacional, el cual representa una desviación del uso prescrito. Además, en algunos casos, puede llegar a ser entendido como un mecanismo de control sobre un comportamiento normal en infantes y jóvenes.

Breve historia

Los estimulantes, durante la época de la Segunda Guerra Mundial y años siguientes, fueron drogas muy apreciadas debido a la ingestión habitual de anfetaminas por parte de los pilotos, soldados y otros actores principales que necesitaban aumentar concentración y evitar el sueño. Leandro Panizzon, químico de la empresa Ciba (ahora Novartis), sintetizó el MFD en 1944, cuando buscaba un sustituto para las anfetaminas que fuera menos tóxico.

Panizzon, lo probó en sí mismo, sin obtener el resultado esperado; sin embargo, su esposa Rita, ingirió también aquella sustancia y obtuvo un efecto muy estimulante, por lo que empezó a consumirla con regularidad antes de realizar actividades deportivas. Por esta razón, el químico italiano decidió nombrarla Ritalin, y patentar el medicamento y la molécula bajo ese nombre.

La empresa utilizó estrategias de venta como una frase que mencionaba que el Ritalin era mejor estimulante que una taza de café y sin efectos secundarios.

Al principio sólo se prescribió para tratar el cansancio, depresiones y la fatiga propia del envejecimiento. Estudios posteriores revelaron que efectivamente, generaba menos efectos adversos y no deseados que los fármacos de la misma clase conocidos hasta ese momento. Años después se publicaron los primeros informes acerca de su utilidad en el tratamiento de otras enfermedades principalmente para narcolepsia y déficit de atención; descubrimiento que fue la base que haría famoso y aumentaría el consumo del medicamento, en especial en los niños.

Fue registrado y autorizado en la década de 1950 ante la FDA (Food and Drugs Administration) de EEUU, para el tratamiento del trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Un estudio en 1964 realizado por el psicólogo clínico Keith Conners, de la Universidad John Hopkins en Baltimore (EE.UU.), fue el primer ensayo clínico aleatorio con Ritalin en niños. El estudio midió su concentración, niveles de ansiedad e impulsividad. La respuesta de los niños fue positiva, es decir, aumentaban sus tres variables estudiadas; el psicólogo estadounidense dijo en una entrevista para la BBC: Sentían que ya no eran niños problemáticos ni malos; estaban emocionados de tomarse una pastilla que los ayudara con sus tareas.

Después de que Conners y su equipo publicaran los resultados, el Ritalin se usó con frecuencia para tratar hiperactividad en los niños estadounidenses. Desde entonce los profesores empezaron a referir a los niños con problemas de conducta a psiquiatras, quienes comúnmente diagnosticaban con TDAH. Desde hace 20 años, por lo menos, médicos y psiquiatras libran una batalla sobre el uso en infantes, ya que el único “cuadro sintomático” en el que se apoyan los médicos para detectar la hiperactividad es el comportamiento, razón de bajo fundamento para considerar viable su uso.

Hoy en día, además de su tratamiento farmacológico en menores y personas con problemas cardiovasculares, se utiliza en contextos de alta competencia laboral y en el ámbito de educación superior. Aunque los países con mayor consumo son Estados Unidos y Canadá, estas prácticas se han extendiendo y normalizando en Latinoamérica y el resto del mundo.

Efectos

Los efectos del MFD son similares a lo de las demás anfetaminas. Su característica principal es la aceleración y la hiperestimulación física y psicológica. Generalmente se busca la sensación de aumento de energía y el incremento en la productividad o concentración. Por lo anterior, su consumo en espacios de recreación también ha aumentado, ya que los usuarios desean experimentar los efectos estimulantes durante alguna fiesta o festival.

La aceleración del ritmo cardíaco y de la respiración son los principales efectos físicos. Asimismo, Se puede llegar a tener ciertas contracciones musculares o temblores, un ejemplo claro es el bruxismo (tensión en mandíbula). Sin embargo, estos efectos físicos, aunque son característicos de los estimulantes, son de menor intensidad con este medicamento.

Psicológicamente, el MFD genera claridad mental que ayuda a concentrarse, mantener la atención fija o procesar una mayor cantidad de información en poco tiempo; sin embargo la memoria no necesariamente mejora con el uso de la sustancia, por lo que el trabajo realizado bajo los efectos de ésta se puede olvidar una vez que termina el efecto.

Los efectos secundarios que pueden aparecer por el consumo de esta sustancia son falta de apetito, problemas para dormir, tics nerviosos, náuseas, ansiedad, tensión y nerviosismo. El uso de MFD puede llevar a manías, psicosis y finalmente a una dependencia. El éxito comercial es sorprendente, tratándose de un fármaco con altos factores de riesgo asociados a su consumo. Lo cual invita a reflexionar sobre el beneficio social de un lado de la balanza y el beneficio económico de las grandes farmacéuticas en el otro.

La dosis máxima durante un día es de 90 mg para un adulto y 60mg para un niño menor a 6 años, dependiendo de la condición y padecimiento que se esté tratando. Los comprimidos pueden tener entre 10 y 54 mg de principio activo. Usualmente las que contienen más miligramos son aquellas de liberación prolongada, pero aún así se puede encontrar MFD de 20 mg de liberación inmediata. A las dos horas de su administración se tiene el mayor efecto, el cual puede durar hasta dos horas más en caso de la liberación inmediata y cuatro en caso de liberación prolongada.

Reducción de daños

El propósito de la reducción de daños se origina en el deseo de crear un consumo consciente, sea médico o recreativo, y cuidar al usuario de los principales riesgos. Si se decide consumir metilfenidato en cualquiera de sus presentaciones, ésta no se debe mezclar con alcohol, debido a que la mezcla de estimulantes y depresores puede ocasionar problemas a nivel del sistema nervioso central.

Evita repetir dosis si no ha surtido efecto puesto que, como ya se ha mencionado, hay diferentes tipos de liberación. Ya sea que su consumo sea en espacios de recreación, en un tratamiento o para aumentar la capacidad laboral o académica mantenerse hidratados y frescos es importante para evitar incremento en la temperatura corporal o en la presión.

Prescindir su uso frecuente, con esto se disminuye los riesgos de adicción y de problemas metabólicos en el cuerpo. No ingerir ningún tipo de pastilla sin conocer su contenido ya que necesitamos saber su genuinidad, tipo de liberación, su dosis y fechas de caducidad.

El universodelasdrogas.org ofrece más información sobre esta sustancia, sus orígenes, efectos, dosis y adulterantes, entre otra. Todos estos aspectos conectan a la droga social, política y culturalmente, permitiéndole a las personas tener información amigable, vasta y completamente objetiva. Lo cual les permite reducir los riesgos asociados al consumo de esta sustancia, mitigando los efectos no deseados y teniendo la mejor experiencia posible.

El debate continúa abierto en la sociedad alrededor del consumo de este medicamento; lo importante, como con cualquier otro fármaco, es la información adecuada y especializada antes de su consumo terapéutico o recreativo. El comunidad médica y científica tienen mucho trabajo para dar una explicación real sobre los efectos no deseados de este medicamento, de su uso terapéutico y recreativo, ya que a diferencia de otras sustancias psicoactivas, el metilfenidato es una sustancia que es altamente recetada y administrada a niños, por lo que la eficacia y seguridad del producto terminado debería de tener los más altos estándar de calidad.

Referencias