Aldo Contró

Twitter: @AldoContro

 

Los usos medicinales de la cannabis son hoy un tema que genera profundo interés en todo el mundo. Hay razones para ello. Existe una larga lista de descubrimientos científicos y experiencias anecdóticas registradas por los medios de comunicación, que en las últimas décadas han revolucionado el conocimiento disponible sobre la planta, su interacción con el cuerpo y sus potenciales terapéuticos. Por mencionar solo algunos, está el descubrimiento del sistema endocannabinoide[1], la enorme capacidad de algunos compuestos para reducir las convulsiones en pacientes con algún tipo de epilepsia refractaria, y sus efectos antitumorales. En este texto voy a concentrarme en el último punto, específicamente en los descubrimientos realizados por un equipo de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, encabezado por el biólogo Manuel Guzmán.

 

Un poco de contexto histórico: en la década de 1960 el doctor israelí Raphael Mechoulam identificó por primera vez al THC, el cannabinoide más prominente en la planta[2]. A partir de entonces se conocen los compuestos responsables de la psicoactividad y terapéutica de la cannabis, sin embargo pasaron treinta años para que –gracias también a investigaciones de Mechoulam- pudiéramos conocer los mecanismos endógenos de interacción con estos compuestos: el sistema endocannabinoide. Su descubrimiento no es poca cosa, pues se trata del sistema de receptores más grande y complejo en los organismos mamíferos. Esto trajo un importante auge del interés científico por el tema cannábico y los estudios desde entonces se multiplican año tras año. Manuel Guzmán fue uno de los pioneros de esta oleada de investigaciones en el área.

 

Los estudios de Guzmán originalmente investigaban cómo los cannabinoides afectan el metabolismo del cerebro[3], para lo cual obtuvo una licencia en 1996. Sin embargo un evento en el laboratorio re dirigió sus investigaciones, cuando descubrió que células cancerígenas cultivadas en placas morían cuando recibían dosis de THC. Durante los siguientes años, junto con su equipo, investigó la reacción de tumores cerebrales malignos en ratas y ratones; igual que con las células enfermas en placas, los resultados en los modelos animales fueron asombrosos. En el sitio en línea del grupo de investigación denominado Grupo de Señalización por Cannabinoides[4], al hablar sobre estos estudios, se señala:

 

“Los estudios desarrollados por nuestro laboratorio durante los últimos años han puesto de manifiesto que la administración de cannabinoides reduce el crecimiento de diversos tipos de tumores en modelos animales. En particular, hemos estudiado en mayor profundidad el papel de estos agentes en el control del crecimiento del glioblastoma multifome, el más frecuente y agresivo de los tumores cerebrales en adultos”[5]

 

El estudio fue publicado en septiembre de 1998[6]. Los resultados demostraron que el THC induce a la apoptosis de células cerebrales malignas, es decir, las lleva al suicidio, sin afectar en modo alguno a las células sanas. Menudo descubrimiento. Más aún frente a la realidad que representan las medicinas convencionales para tratar el cáncer, con una serie de importantes efectos secundarios negativos para el organismo. Sobra señalar que estos estudios marcaron un parteaguas en la investigación cannábica dentro del campo oncológico. Veinte años después, existe una vasta cantidad de trabajos científicos en este sentido, que han sido realizados en diferentes países. Manuel Guzmán y su equipo continúan realizando investigación y han ampliado las líneas: Guillermo Velasco es el responsable de continuar con la investigación en tumores cerebrales, Cristina Sánchez investiga sobre los efectos antitumorales en cáncer de mamá y hay otros investigadores en temas de neurogénesis y neuroprotección, también con resultados favorables.

 

Es cierto que las pruebas de los efectos antitumorales de los cannabinoides aún se limitan a células cultivadas y modelos animales –cabe señalar que, aunque modelos animales, se ha tratado de tumores de células humanas. Es cierto que aún no tenemos estudios realizados en humanos. Es cierto que quizá las pruebas aún no son concluyentes para el exigente ojo de la FDA. Sin embargo las “escasas” evidencias disponibles, son prometedoras, por decir lo menos, pues prácticamente todas apuntan en la misma dirección. Por esto, sorprende el escepticismo que aún manifiestan muchos especialistas del área de salud en foros públicos en México y en otras latitudes. La realidad es que sólo faltan las pruebas en humanos para que la evidencia sea irrefutable y entonces estaremos indudablemente ante un quiebre de paradigma para la medicina cannábica, la oncológica y la ciencia médica en general.

 

[1] Lee, Martin. “The Discovery of the Endocannabinoid System”, The Prop 215 Era, 2010. PDF, disponible en: http://www.beyondthc.com/wp-content/uploads/2012/07/eCBSystemLee.pdf

 

[2] Ibídem

 

[3] Entrevista realizada a Manuel Guzmán por la revista Cáñamo, España, 2015, disponible en: http://canamo.net/especiales/especial-cannabis-medicina/manuel-guzman

 

[4] http://www.bbm1.ucm.es/cannabis/index_es.htm

 

[5] Véase: http://www.bbm1.ucm.es/cannabis/investigacion2_es.htm

 

[6] Disponible en línea:http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1016/S0014-5793(98)01085-0/full