El consumo de drogas es un fenómeno que abarca distintos estratos de la sociedad. Uno de ellos, y que no ha merecido la suficiente atención, es el que se da entre las poblaciones callejeras. Por su bajo costo y fácil acceso, los inhalables son las sustancias más comunes entre estas personas. Esto implica una problemática muy particular, pues al tratarse de un producto de uso cotidiano, su regulación es complicada.

Lorena Paredes es maestra en antropología y ha trabajado el tema desde que comenzó a desarrollarlo para su tesis. Platicó a La Dosis algo de lo que implica el uso de drogas desde la calle.

Para empezar explica algo sencillo pero fundamental: la gente llega a la calle y nace en la calle por diferentes razones: ”maltrato infantil, pobreza extrema, gente de otros estados que viene buscando mejor vida pero no la encuentra, etc. Entonces comienzan a consumir inhalables y no quieren regresar a su pueblo porque “no los van a querer” por su consumo”.

“Igual es con los consumidores de la ciudad. Comienzan a usar las sustancias en una fiesta o en la escuela y los sacan de sus casas porque sus familias no saben qué hacer con ellos cuando su consumo se vuelve problemático.”

Detalla que son muchos los motivos por los que una persona llega a estas sustancias en la calle. "Para aguantar el hambre, para mantenerse despierto, para soportar largas caminatas en la ciudad".

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Entre los daños que se han observado tras un uso frecuente se encuentran los daños a la capa protectora que rodea ciertas fibras nerviosas en el cerebro y en el sistema nervioso periférico. También se ven afectadas las partes del cerebro que involucran el control cognitivo, motriz, visual y auditivo.

Y estas poblaciones son conscientes en gran medida de estos riesgos y daños, pues buscan formas de reducirlos asegura Paredes. “Dentro de la calle vemos personas que se preocupan por su consumo problemático. Por ejemplo, en Revolución conocí a una pareja de jóvenes quienes un día me dijeron: ‘Ya no queremos consumir monas porque nos hace daño. En lugar, queremos fumar mota’. Igual a una terapia de sustitución.

“No sólo eso, sino que decidieron sembrar su propia marihuana para no comprarla. Les pregunté cómo sería posible eso si viven en la calle, y me llevaron hasta un camellón donde tenían una pequeña planta la cual cuidaban constantemente para que no se la fueran a llevar”.

También hay quienes sólo consumen los miércoles, por ejemplo. Otros exclusivamente fines de semana, o quienes escogen ciertas temporadas para inhalar y otras para dejarlo. Y han logrado mantener ese régimen hasta por 7 años.

¿Negligencia o problema complejo?

Otro obstáculo tiene que ver en cómo suele definirse esta sustancia. Por un lado, hay quienes se limitan a describirla como un “producto industrial que mal utilizado se convierte en sustancia psicoactiva”, cuando sería más fácil referirnos a ella como “droga”.  

Luego, ni siquiera se sabe a ciencia cierta qué contiene el “activo”. “Es el limpiador de PVC en latas amarillas. Es una mezcla rara que fabrican en Tepito. Es una mezcla entre tolueno y tiner. Todos tienen una explicación diferente de qué es el activo”.

En este sentido, la regulación de estos productos es bastante laxa. “La Ley permite poseer 500 litros de tolueno puro (activo) sin decirle nada a nadie. Hay marcas que ni siquiera están registradas”.

Luego, está el estigma. “Cuando hablo de inhalables las personas se imaginan a alguien en la calle todo ido. Piensan que quienes empiezan a consumir en la calle se perderán para siempre y morirán al poco rato. Pero yo he conocido gente que ha llevado ese estilo de vida por hasta por 20 años".

Desde su experiencia, Lorena ha visto funcionar ciertas estrategias de reducción de riesgos y daños, entre las cuales es clave el acercamiento compasivo. “Aceptar que las personas consumen, no invisibilizarl el problema".

Hay centros de apoyo donde no los aceptan por ir intoxicados.  “A mí la banda me acepta porque yo les hablo aunque estén intoxicados”.

También advierte que el consumo se está extendiendo a otros estratos. “He conocido gente que me confiesa su consumo porque sabe de su trabajo. Me cuentan de cuando consumieron en una fiesta, o en la escuela”.

Entonces, es imperante iniciar una conversación sobre el tema, en especial para los más jóvenes, quienes por temor al prejuicio es poco probable que busquen algún tipo de ayuda.

 

Foto de portada: Cuartoscuro