El uso de plantas enteógenas es una práctica ancestral en la mayoría de las comunidades alrededor del mundo. Sin embargo, en las últimas décadas la relación de las personas con estas especies se ha visto trastocada por los regímenes de control de la prohibición. 

Ahora la gente tiene la opción de acceder a estas sustancias por diversas vías: desde el clásico dealer, “facilitadores de medicina” (como se llaman algunos), compras por internet, y la visita a lugares donde estas plantas crecen de manera natural. Ante ello, comienza a surgir la preocupación para establecer prácticas éticas en torno al uso de estas plantas, particularmente desde los puntos de vista ecológicos y de algunas comunidades tradicionales.

Es un tema complejo, pero aquí reunimos algunos puntos a considerar para empezar la conversación.

El peyote y los hongos - Turismo psicoactivo

Probablemente los casos más representativos de este problema son los que involucran al peyote, a los hongos psilocibes y el surgimiento del “turismo psicoactivo”. 

Fue a partir de la exposición que recibió María Sabina en la revista Life, en un artículo escrito por el estadounidense Gordon Wasson, que el pueblo de Huautla de Jimenez, Oaxaca, ganó su fama como destino para los interesados en los hongos psilocibios. Esto generó inconformidad entre un sector de su población, quienes vieron el interés y consumo excesivo de esta especie como una falta de respeto a sus tradiciones. Incluso la misma Sabina expresó cierta inconformidad por el flujo constante de gente, según relata Ramón Méndez Estrada en un reportaje publicado en 1986 «estaba cansada, creo yo, que de escuchar las mismas preguntas de curiosos impertinentes por treinta años consecutivos, y de tener que defender sus mismas respuestas milenarias».

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Actualmente el peyote (Lophophora williamsii) está catalogada como una especie protegida por la Norma Oficial Mexicana (NOM)-059-SEMARNAT-2010. Esto, porque su consumo se ha dado en una práctica que no permite la regeneración de la especie. A diferencia de los hongos, los cuales crecen en relativamente poco tiempo, el peyote es una cactácea que tarda entre 15 y 16 años en madurar.

Según un reportaje publicado en el sitio Infobae, esto sucedió a partir del lanzamiento de la película La Mexicana en el año 2000, lo que dio al municipio de Real de Catorce una fama sin precedentes y que disparó el turismo. Con datos de la oficina de Turismo Local, el reportaje asegura que se reciben hasta 20 mil visitantes al año, muchos de los cuales buscan acceso a la planta.

Al día de hoy sólo miembros de alguna comunidad wirrarixa tienen permitido el uso y posesión de la planta, pues forma parte de sus tradiciones.

Los facilitadores de “medicina”

Foto: Capital México

Las experiencias provocadas por el consumo de estas plantas son percibidas como “sanadoras” para muchos de sus usuarios. Además, en los últimos años el resurgimiento en la investigación científica para los usos terapeúticos de sustancias como la psilocibina, la mescalina y el DMT han incrementado el interés de personas que padecen problemas de salud mental como depresión, ansiedad y síndrome de estrés post-traumático, entre otros.

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Para satisfacer a esos usuarios, ha surgido la figura del “facilitador de medicina”, que en pocas palabras es alguien que vende la sustancia junto con algún tipo de acompañamiento.  Este fenómeno se da principalmente en entornos urbanos. En ocasiones el facilitador en cuestión presume algún tipo de relación con alguna comunidad que use la sustancia de forma tradicional, o la preparación en escuelas de medicina tradicional, cursos de Mindfulness e incluso programación neurolinguística.

Tríptico ofertando los servicios de un faclitador

Las críticas a esta práctica se dan porque algunas veces estas personas “facilitadores” acuden a los lugares donde estas plantas crecen de forma natural y las extraen en cantidades no sustentables. 

Compras en línea

Otra forma de comercio propia de la era digital es la compra en línea. Y no, no es necesario acceder a la web profunda, basta con buscar “ayahuasca” en mercado libre para encontrar resultados como este:

¿Cómo puede impactar este fenómeno a las relaciones culturales y ecológicas de las que forman parte estas plantas? Aún es muy pronto para saberlo, pero de acuerdo a la antropóloga Sophia Rokhlin el proceso de mercantilización de estas plantas se da en tres pasos:

  1. “Las relaciones ecológicas son categorizadas y simplificadas, obscureciendo su complejidad.
  2. La invención de un valor de cambio ocurre (por ejemplo: esta rosa cuesta 7 dólares).
  3. Las relaciones sociales que sustentan la producción de dicha mercancía quedan “enmascaradas”.”

Esto genera algunas consecuencias. “ En el caso del Ayahuasca, esto parece suceder al aislar la dimensión de “sanación” del brebaje ritual, mientras se oscurecen los psicoactivos de la poción y la complejidad cultural”. Así mismo, “pocos chamanes dentro de las ceremonias urbanas explican la creciente cadena de suministro, colecta, preparación, transporte y venta de los ingredientes de la mezcla. Esto sin mencionar a la gente responsable por llevar a cabo la labor manual de todos estos pasos”.

El trabajo de Rokhlin se especializa en el turismo psicoactivo que ocurre en el Amazonas Peruano, pero algunas de sus observaciones también pueden aplicarse al mercado en línea de estas sustancias. Con estas preocupaciones latentes en un mercado donde es necesario trasladarse hasta el país de origen de la planta, sólo queda imaginar lo que pasa cuando puedes conseguir tu brebaje preparado en cuestión de clicks.

¿Es posible un consumo ético y responsable de enteógenos?

Una respuesta clara, concreta y que garantice los derechos tanto de los usuarios como de las comunidades tradicionales requiere de una discusión profunda. Por ahora, recuperamos la reflexión de Bob Otis Stanley, co-fundador de Decriminalize Nature Oakland, la organización impulsora de la iniciativa que descriminalizó el uso de enteógenos en Oakland este año.

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“¿Cuáles son las relaciones sustentables y éticas con las plantas enteogénicas? ¿Cómo la humanidad puede cultivar el acceso a las plantas sagradas basadas en la sanación sin arriesgar o profanar las plantas y sus tradiciones? ¿Hay alternativas a la vulneración de plantas enteogénicas? ¿Quiénes deberían tener acceso al cultivo, cosecha y conocimiento de estas plantas?”

Con estas preguntas en mente, Otis Stanley propone los siguientes puntos:

"Cultivo personal: Para un acceso ético a los materiales enteogénicos, en este artículo recomiendo el cultivo o cosecha salvaje en propiedad permitida a escalas adecuadas para uso personal o en pequeños grupos.

Cosecha salvaje: Muchas plantas enteogénicas crecen de forma natural en la intemperie sin necesidad de asistencia humana. La mayoría de ellos son llamados “análogos”, las cuales son especies menos conocidas pero que comparten los compuestos psicoactivos como: fenetilaminas, triptaminas y otros alcaloides. 

Compras en línea: Como la opción menos preferida, las plantas y materiales enteogénicos pueden ser ordenados para entrega a domicilio. Estas son más difíciles de catalogar como sustentables, pero hay opciones.

Especies a considerar: Por favor, no coseches de forma salvaje las siguientes especies a menos que seas miembro de algún grupo con una relación tradicional con estas plantas, o si estás en asociación con un grupo tradicional donde la cosecha sea permitida por los guardianes de las plantas y en alineación de esfuerzos de conservación.

  • Lophophora sp. (Peyote)  

  • Psychotria sp. 

  • Diploterys cabrerana  

  • Banisteriopsis sp. 

  • Tabernanthe iboga 

  • Phyllomedusa bicolor 

  • Bufo alvarius".