El lenguaje importa. Es a partir de él que construimos nuestra realidad. La prohibición de la marihuana está caracterizada por una distorsión de esa realidad a través de las palabras. Entonces, podemos decir que una manera para cambiar la percepción de la gente es cambiar la forma en la que hablamos.

En el siglo pasado, en países como Estados Unidos y México, las autoridades emprendieron una campaña de desprestigio basada en la exageración de los efectos dañinos de la marihuana. Su llamada “satanización”.  Esto, bajo el supuesto de que era mejor espantar a la gente y no arriesgarse a que hubiera consumidores.

Así, aunado a otras creencias de tipo racista y clasista, se le imprimió el sello de marihuana junto al del “delincuente”, “vago”, “holgazán”, u otros similares.

Ahora, conforme se abre el tema y se avanza hacia una posible regulación, el paradigma también comienza a cambiar. Y, si bien en los medios de comunicación y en los discursos oficiales se vislumbran los cambios en el lenguaje, queda mucho por hacer a nivel de piso.

Puesto que la persuasión es más efectiva cuando proviene de alguien conocido, los consumidores responsables somos los encargados de cambiar nuestros círculos cercanos. Sin embargo, el lenguaje puede llegar a ser una barrera. Por un lado, el uso de ciertas palabras implica cosas distintas dependiendo el contexto. Por ejemplo, todos hemos escuchado a alguien usar la palabra “marihuano” de forma despectiva, pero también tenemos amigos (marihuanos) que usan esa palabra sin mayor repercusión.

Y está bien, que cada quien hable como quiera. Pero si vamos a dialogar con alguien que no conoce mucho del tema, tal vez no convenga hablarle de “mota” o “hierba”. Esas palabras ya están asociadas a ciertos contextos, y aunque su uso no es equívoco, tampoco es el más preciso o correcto.

Mejor, se podría buscar un terreno común con palabras más apegadas a la realidad como “cannabis” o “flor”. Después de todo, fumamos flor, no hierba.

Lo mismo al definirte a ti mismo. Frente a mis amigos marihuanos siempre seré un marihuano. Pero frente al resto de la sociedad, a quienes exijo reconocimiento, soy un usuario de cannabis.

Al final del día, la identidad es una cuestión personal.Y cada quien decide cómo la construye. El punto es conocer nuestras herramientas y cómo aplicarlas a nuestro favor. En especial, ante un área de oportunidad como lo presenta la legalización de la marihuana.