A Hugo, caminante de varias historias

Esa mañana prendimos un toque en el camino a Malinalco. Llegamos y los anfitriones, casi inmediatamente, sacaron las gotas de ácido, no dieron tregua pues sabían que regresaríamos a la CDMX esa misma noche. El efecto llegó en corto, e igual en corto  mencionaron de salir a dar una vuelta a Chalma. Ahí inició todo, en ese mágico lugar...

Ajo líquido.
Ajo líquido.

Viajábamos en dos carros, minutos después de llegar al ahuehuete ancestral ocurrió el primer badtrip: se perdió la Petrushka -la perrita de mi compa-, todos corrimos a buscarla, fueron minutos de terror que en ese momento ya se mezclaban con el explotón del LSD. Yo intentaba buscarla, pero la neta no paraba de reír, el aceite me había posesionado. Para el dueño de la perrita no fueron minutos de angustia sino de desconecte total, su cara así lo delataba. Afortunadamente no tardaron en encontrarla, pero preferimos ponerle ruedas y movernos a otro spot.

Nos dirigimos a la laguna, cuando llegamos ya nadie platicaba, mucho menos querían comer, parecía que el susto les había quitado el hambre. Pasaron las horas, el tono rojizo de la tarde señaló la hora de regresar a Malinalco y prepararnos para la vuelta a la metrópoli.

El trip de la laguna.
El trip de la laguna.

Al llegar a casa sugirieron prender unos joints y tomarnos otras gotas más, “¿otra?” me dije a mi mismo cuando escuché, pues en ese momento me encontraba en el baño y todo se movía con singular alegría. Al salir dije que sí y tomé la segunda gota, “para regresar a casa a gusto”, pensé. Seguimos prendiendo el cerro y tomando cerveza, hasta que dieron las 12 de la noche y alguien dijo que teníamos que regresar antes que el carro se volviese calabaza.

Guardé la computadora e hice el clavo para el regreso, ya me había despedido de la familia e iba hacia el auto cuando me preguntaron si tenía las llaves de la camioneta, “¿cómo?” pensaba que no había escuchado bien, pero ni madres, estaban buscando las llaves. Todos parecían angustiados, pero yo no la tenía clara; como no sabía bien qué pedo, me regresé pa’dentro y me puse a forjar otro de María. Se formó un comité de búsqueda que se ausentó como media hora, volvió con las manos vacías y sugirió otro más, el segundo intento también fracasó y coincidimos en que andábamos hasta la madre, y que sería mejor buscarlas con más tranquilidad mañana por la mañana. Todos estuvimos de acuerdo y nos pusimos a fumar DMT para tranquilizarnos, total, nadie quería irse.

Quemando el tiempo.
Quemando el tiempo.

Amaneció y al despertar recordé que tenía una cita con mi suegro a la hora de la comida, le dije a mi esposa que teníamos que regresarnos. Poco a poco se fueron despertando los demás y uno a uno pasamos el R8 por toda la casa tratando de ubicar las pinches llaves o recordar donde habían sido vistas por última vez. Y la neta estábamos en problemas, pues el dueño de las llaves no sabía de ellas desde que llegamos a Malinalco y estacionó la camioneta, lugar del cual ya no se movió. Alguien dijo que tal vez se perdieron en la laguna, en esas estaban cuando le dije a Lu que, ahora si, ya teníamos que regresarnos. Le dije a Hugo mi plan, respondió que él se tenía que quedar a solucionar lo de las llaves y que no había pedo con que me fuera, que metiera reversa. Pero fue cuando inició el segundo explote del aceite.

Llegué al carro donde tenía que regresar, el cual ya había sido revisado más de tres veces, al estar ahí sentados Lu dijo que este era el carro donde Hugo venía de noviecito con su acompañante, vió un hueco entre el asiento y la puerta y metió su mano y bingo, las pu@%s llaves. Fue cuando mi mente revolucionó y dije: ahora va la mía. Volví a la casa y muy seguro dije que me quedaba a seguir fumando e inmediatamente me preparé una michelada para disfrutar el plan que ya estaba decidido: curármela.

Guardé las llaves conmigo y esperé a que Hugo fuera hacia su camioneta, apreté el botón del control y fue inevitable que no lo viera, regresó y dijo que la camioneta se había abierto, mencionó que la llave debía de estar cerca pues de otro modo no se abriría la troca. Me acerqué y le dije que prendiera la nave, y así lo hizo, obvio la camioneta encendió por los sensores; le dije que se prendió cuando se acercó la Ganja -la perrita de mi compadre-, le dije a Hugo que apagara la camioneta y que la prendiera de nuevo para asegurarnos de que la llave estaba cerca, apagó la troca y cuando la quiso volver a prender yo ya me había alejado, obvió no prendió.

Buscando la llave.
Buscando la llave.

Le grité a Hugo que tal vez la Ganja se había comido el control, y mi comadre dijo que le daba por comerse cosas, yo me carcajeaba en silencio. Le grité que iba acercar a la Ganja y la cargué y acerqué al copiloto, Hugo intentó prender la camioneta y nuevamente lo consiguió... me había apoderado de su imaginario. Le dijo a la comadre, muy seguro que la Ganja se había comido las llaves, que era más fácil llevarla a que le abrieran la panza a comprar un duplicado de llave, y que también sería más barato.

Dos horas fueron las que pude disfrutar de este psicodrama surreal hasta que vi el reloj y pensé que ya había sido suficiente, aunque ya Hugo y su acompañante estaban planeando pasarnos báscula de uno en uno, pues decían estar seguros que alguien de nosotros tenía las llaves. Los vi muy seguros de hacerlo por lo que, mientras encendía un porro de Sugar black rose, les dije que yo tenia sus llaves, que Lu las había encontrado y jajajajaja, todos nos atacamos de risa y destapamos otras heladas, pero la maldición de las llaves todavía continuaba...

Después de retrasar de comida a cena la cita con mi suegro, ahora sí decidimos partir del mágico Malinalco y allá íbamos rumbo al defectuoso, compramos chelas camineras y armamos un porro. Pero en eso, ya casi para llegar a la caseta, recibo un mensaje de mi compadre diciendo que ahora las llaves que no aparecían eran las de él. Inmediatamente lo comunique en la truca y Hugo, al revisarse, nos volteó a ver con cara de ¿te cae? nos mostró las pinches llaves del compadre, jajajajajaja, pensé que ya era burla y ahí vamos de retache. Tuve que aplicar la chida y le dije a Hugo que tal vez debería dejar ofrenda, que se mochara con la comida para todos porque justo ya era necesario, aceptó y compró unos pollos carreteros, llegamos, comimos y entregamos las llaves. Antes de partir nos dimos un postre más de las indoor de mi compa el Shine, la noche con su manto nos cubría y había que volver a tomar camino, pero no sin antes pedir el conecte de esos ácidos.